DE JUDIOS, CRISTIANOS Y MUSULMANES
jueves, 30 de enero de 2014
sábado, 10 de agosto de 2013
CAPÍTULO I
DE JUDIOS, CRISTIANOS Y MUSULMANES
INTRODUCCIÓN
Del 23 al 27 de julio del año 2007 se
celebró en el real monasterio de Santo Tomás de Ávila, España, un encuentro
histórico sobre judaísmo, cristianismo e islam, titulado: "Las tres
religiones monoteístas". Dirigieron el encuentro Felicísimo Martínez, O.P,
y Marcos Ruíz, O.P, con el patrocinio de la Junta de Castilla y León y de las
universidades de Salamanca, Valladolid, León, Burgos y Pontificia de Salamanca.
Dada la importancia histórica del evento y su significado ecuménico me ha
parecido oportuno reunir aquí las crónicas que yo mismo hice sobre el mismo en
la revista Studium 47 (2007/3) y 48 (2008/3). Como complemento he añadido el
capítulo tercero en el que desarrollo el contenido de mi ponencia del año
anterior acerca de las diversas percepciones de la figura de Jesús de Nazaret dentro
del cristianismo. Estos textos han sido perfeccionados, actualizados y puntualmente
enriquecidos convencido de que, así reunidos en un pequeño libro, queda más
destacado el significado actual de su contenido. Dada la naturaleza del tema,
considero útil hacer algunas aclaraciones sobre el título del libro.
Los judíos son denominados así por su
vinculación histórica con la tribu de Judá, de la que da cuenta la Biblia. Se habla
también de israelitas y hebreos por su vinculación histórica con Israel y el
patriarca Abraham. Este venerable patriarca bíblico es la clave histórica de la
religión judía, nos remonta en el tiempo a cuatro mil años antes de Cristo y es
considerado como el “padre común en la fe” de judíos, cristianos y musulmanes. Del
tronco de la fe judía en Dios y de la esperanza bíblica en un mesías redentor
surgió Cristo hace más de 2000 años y sus seguidores fueron denominados
“cristianos” en Antioquía en el siglo primero de la era cristiana. Los musulmanes
llegaron más tarde, en siglo VI de la era cristiana, liderados por Mahoma. Los
calificativos de islámico, musulmán o mahometano se refieren a todo lo
relacionado con la religión fundada por Mahoma y profesada por la mayoría de
los árabes, así llamados por su origen étnico y geográfico de Arabia. De ahí
que el ser de origen árabe no significa profesar necesariamente la religión de
Mahoma, si bien la mayor parte de los árabes actualmente son mahometanos. He
elegido el término musulmanes y no mahometanos en atención a aquellos
seguidores de Mahoma que descartan por completo que su fundador estuviera
dotado de cualidad alguna divina.
CAPÍTULO I
JUDAÍSMO,
CRISTIANISMO E ISLAM
1.
¿Por qué las tres grandes religiones monoteístas?
La religión, por su propia naturaleza,
no puede ser relegada a un asunto de la vida privada de los creyentes como se
ha venido haciendo desde la revolución francesa hasta nuestros días. Por otra
parte, la cultura occidental resulta incomprensible sin referencia a las
grandes tradiciones religiosas monoteístas. La historia debe ser reflejo de la
realidad y no de intereses políticos coyunturales. La no confesionalidad de los
regímenes políticos no significa que las creencias religiosas dejen de ser un
asunto público que afecta socialmente a todos, creyentes y no creyentes. Y más
aún si tenemos en cuenta que aún existen regímenes políticos bien consolidados
en los que lo religioso y lo político se implican mutuamente. La pretensión,
por tanto, de reducir la dimensión religiosa del hombre al ámbito exclusivo de
la vida íntima y personal sin repercusión en la vida pública es un engaño y en
algunos casos una forma más de violencia institucionalizada. Como lo es también
la pretensión de imponer las creencias religiosas mediante la coacción moral o
política. Por otra parte, en el seno del judaísmo, del cristianismo y del islam
se aprecian fallos internos importantes que impiden a sus seguidores el poderse
expresar con libertad responsable sin ser de alguna manera marginados, mal
vistos e incluso maltratados. El tema de la libertad religiosa personal no
afecta sólo a las relaciones del creyente y la autoridad pública civil. Afecta
mucho antes a las relaciones entre los fieles de una denominada confesión
religiosa y sus autoridades y de las diversas denominaciones religiosas entre
sí. Todo lo cual tiene repercusiones inevitables, a veces dramáticas, en la
vida pública.
De ahí la conveniencia de crear foros
de diálogo abierto sobre la religión y su incidencia en la vida social y
política. Los buscadores de verdad necesitan urgentemente encontrar espacios
donde poder expresar en público libremente lo que piensan y creen sin miedo a
ser castigados, señalados o excomulgados por las autoridades religiosas o
políticas. Eso sí, entiendo que la libertad de expresión, para que sea
saludable, tiene que ser responsable, lo cual significa uso razonable de la
libertad. No es razonable, por ejemplo, que neguemos a los demás la libertad de
expresión que reclamamos para nosotros mismos. Aquí no vale la ley del embudo:
para mí lo ancho y para ti lo estrecho. Por lo mismo, el súbdito religioso, que
expresa libre y razonablemente sus dudas sobre la validez de una creencia o
práctica religiosa concreta, debe aceptar con el mismo criterio las críticas de
parte de quienes crean o piensen lo contrario. La regla de oro es que ni superiores ni súbditos impongan a
nadie sus creencias o convicciones mediante el engaño, la coacción moral o
física. Pero, insisto, el hecho religioso trasciende por su propia naturaleza a
la vida íntima y privada y de ahí el interés e importancia de analizarlo y
discutirlo a cara descubierta con la esperanza de que ello ayude a paliar los
gravísimos problemas que están perturbando la convivencia social y política en
la primera década del siglo XXI. Así las cosas, parece obvio que el hecho
religioso no pueda dejar indiferente a nadie y menos aún a las tres grandes
religiones monoteístas que son el judaísmo, el cristianismo y el islam.
2. El
hecho religioso y su incidencia en el ámbito cultural, ético y político
La presentación de esta ponencia troncal
corrió a cargo del Dr. D. Juan Martín Velasco, profesor de Fenomenología de la
Religión. Dedicó la primera parte al análisis de la génesis de la categoría del
“hecho religioso” desde la fenomenología de la religión. Los hechos no se
pueden negar o pasar de ellos como si no existieran y es un hecho contundente
que a lo largo de la historia de la humanidad hasta nuestros días los seres
humanos se han expresado y siguen expresándose en categorías religiosas más o
menos explícitas. El fenómeno religioso tiene su propia estructura y para
demostrarlo el ponente hizo un análisis objetivo y realista de tres categorías
fundamentales que aparecen en todas las manifestaciones religiosas: 1) Lo Sagrado, para designar el mundo humano
específico en el que se inscriben todas las religiones. 2) El Misterio, como realidad central del
mundo de lo sagrado que genera la actitud religiosa, y 3) La función de los mediadores y las mediaciones
en la infraestructura de las religiones. Con lo cual preparó el terreno
para describir el significado esencial de la religión para los seres humanos.
En la segunda parte habló sobre el
hecho religioso a lo largo y tendido de la historia de la humanidad, destacando
los diversos indicios de su presencia, las diversas formas de expresarse en la
sociedad y la cultura así como sus etapas más significativas, desde el pansacralismo de las culturas arcaicas
hasta lo sagrado como factor
estructural de la cultura hasta nuestros días, incluso cuando en la cultura
occidental, sobre todo europea, tiene lugar un proceso de secularización
sostenido y amenazante. Ante lo cual la presencia de las religiones en el mundo
europeo constituye un reto muy serio. Me parece oportuno aclarar que el término
secularización en el ámbito religioso
se refiere al predominio de una cultura en la que la vida de las personas es
considerada sólo como seres proyectados totalmente sobre el tiempo en este
mundo sin referencia a Dios y a los valores que trascienden al tiempo y al
espacio. Es obvio que desde esta perspectiva limitada a la temporalidad queda
poco o ningún margen para los sentimientos religiosos radicados en Dios, que es
el punto de encuentro de todas las religiones, independientemente del concepto
o idea que de Él tengan los creyentes.
Desde la fenomenología de las
religiones se aprecia un fondo común a todas ellas. Por ejemplo, las categorías
de lo sagrado y del misterio, las mediaciones y el sentido de la trascendencia.
Por otra parte, el hecho religioso va más allá del concepto filosófico de Dios.
El Dios de la filosofía, meramente conceptual, no parece coincidir con el Dios
de las religiones en las que predomina lo sagrado sobre lo conceptual y nos
lleva a cambiar totalmente la forma de relación con la realidad. Ante lo sagrado el hombre se descubre, se
arrodilla o se queda extasiado con la boca abierta. Se produce una ruptura del
nivel existencial. En el mundo de lo sagrado
el hombre tiene la impresión de que se juega su vida y el sentido de la misma.
O sea, su salvación. Toda persona religiosa tiene la sensación de que entra en
relación o contacto con algo anterior y superior a ella. Es lo que denominamos
sentido de la trascendencia.
Mediante el misterio, común a todas las
religiones, los seres humanos se adentran en el mundo de lo sagrado. O sea, en
el mundo de lo invisible que se encuentra más allá de nosotros mismos.
Trascendencia que no significa lejanía ni simple inmanencia. No es lejana ya
que está dentro de nosotros. Y no es pura inmanencia porque esa realidad
misteriosa trascendente es más íntima que nuestro propio yo. La categoría
religiosa del misterio da lugar a una
forma peculiar de existencia humana. El sujeto religioso, en efecto, al sentir
la presencia del misterio dentro de sí inicia la búsqueda de Dios como
respuesta. No hay vida religiosa sin respuesta al misterio. Por ejemplo, rechazando esa presencia o tratándolo como
un mero objeto. Religiosamente hablando Dios no puede ser tratado como un
objeto frente al cual el hombre pasa de largo o lo reduce a un mero objeto más
de observación. El centro crucial de relación es Dios y no el hombre con todas
las consecuencias prácticas que esto lleva consigo.
Por último, en todas las religiones hay
que contar con los mediadores y las mediaciones. Los líderes religiosos, que a
lo largo de la historia administran, gobiernan y dirigen espiritualmente a sus
fieles, son siempre seres humanos. Las mediaciones son obra de hombres y de sus
diversas percepciones del hecho religioso surge la diversidad de religiones
históricamente identificables. Las mediaciones son necesarias en este mundo
pero tienen inconvenientes que hay que superar mediante la experiencia personal
del misterio a lo largo de la vida. Las mediaciones son estructuras religiosas
en las que descubrimos a Dios siempre y cuando dichas estructuras no sean absolutizadas.
Por ejemplo, la reflexión teológica en las religiones monoteístas y sus
estructuras sociales son una apoyatura importante para buscar y descubrir a
Dios. Pero cuando las opiniones teológicas se dogmatizan y las estructuras
eclesiales se imponen a la experiencia personal y progresiva del misterio de
Dios, se crean situaciones conflictivas que históricamente han degenerado en
violencias y actitudes incompatibles con el verdadero sentido religioso de la
vida.
En cualquier caso, incluso estos
conflictos en el interior del cristianismo, judaísmo e islam, y entre estas
tres grandes religiones monoteístas entre sí, ponen de manifiesto la
importancia del recurso a la trascendencia y, consiguientemente, a Dios, como
referencia común de humanidad. Se trata de algo misterioso, anterior y superior
a nosotros mismos, expresado en formas religiosas y estructurales diferentes.
Nos encontramos ante un rasgo consustancial a todas las religiones y que en
nuestra cultura actual, sobre todo europea, se trata de excluir por todos los
medios como algo no deseable. Pero el fenómeno religioso es un hecho real que ha afectado y sigue afectando a la
entraña misma del ser humano y, por lo mismo, no se lo puede tratar social y
políticamente reduciéndolo a la vida privada de las personas reprimiendo su
expresión pública. Las religiones han marcado directa o indirectamente a todos
los líderes de la cultura. Guste o no guste, su presencia en todos los ámbitos
de la cultura humana ha sido invasiva desde los tiempos más remotos hasta
nuestros días. La religión, además, ha impactado a todas las culturas
tradicionales sobre todo en el terreno de la ética y de los hábitos morales.
Las religiones han tenido siempre en común, de una u otra forma, hacer bueno al
ser humano.
Frente a este hecho, históricamente
verificable, surge el imponente fenómeno moderno de la secularización. Lo cual
significa la sustitución de la religión por la cultura, reducida ésta a la mera
dimensión temporal de la vida sin referencia a la trascendencia. Se propugna la
desvinculación total de la cultura de la religiosidad negando toda referencia a
Dios. La secularización supone que Dios no es necesario ni útil para nada.
Paradójicamente, sin embrago, los hechos no sancionan la previsible
desaparición de la dimensión religiosa del hombre contemporáneo. Por el
contrario, se puede constatar un movimiento de “desacralización” de lo
temporal. Aparecen así nuevos movimientos religiosos radicales y
fundamentalistas por doquier, sobre todo en USA, de inspiración cristiana,
judaica e islámica. Lo que sorprende es que en Europa el proceso de
secularización se encuentre en plena marcha y no de vuelta como en América.
A la cuestión sobre cómo responder a
este reto secularizador europeo en marcha Juan Martín Velasco fue muy claro. No
es cuestión de impregnar la cultura europea de la presencia religiosa tratando
de que la religión esté presente como lo estaba antes del proceso secularizador
excluyente, sino mediante el respeto a la libertad, la dignidad de la persona
humana y creando conciencia de la necesidad de que la cultura esté abierta a la
trascendencia. Y todo ello por la vía de la persuasión y del razonamiento
evitando cualquier tipo de imposición. En esta noble misión los cristianos en
concreto no debemos renunciar a presentar la capacidad que posee el
cristianismo para hacer a los hombres más felices. Las religiones monoteístas
no pueden renunciar al recurso a la trascendencia y a los hábitos del corazón
para superar la soledad del hombre y fortalecer el amor a la vida por sí misma.
Las religiones monoteístas son un testimonio fehaciente de que el ser humano
que acepta la presencia de Dios en su vida y en la cultura nunca se siente solo
como en el vacío de la existencia. Como diría Santa Teresa de Ávila, al hombre
auténticamente religioso sólo Dios le basta para no sentirse solo y ser feliz.
Julio Lois suscitó la cuestión de las
respuestas al reto de la secularización tal como había sido descrita. A la
cuestión sobre si el universal y constante hecho religioso ha de ser tratado
como un asunto propio de la vida privada, o tiene que reflejarse también en la
vida y funcionamiento de las entidades públicas, respondió describiendo tres
modelos alternativos, inclinándose personalmente por el tercero. El primero es
el modelo dualista que aboga por la privatización absoluta de la fe religiosa.
La religión no debería irrumpir en la vida pública, lo cual lleva a la
propuesta de separación total entre política y religión evitando las
influencias mutuas entre estas instancias. Es la postura de los que propugnan
la secularización radicalizada. De religión, cuanto menos se hable, mejor. En
el otro extremo se sitúan los que propugnan el espiritualismo a ultranza o fuera
de razón. En resumidas cuentas, que la fe religiosa debe quedar reducida al
ámbito de la vida privada con lo cual se pretende salir al paso de los
espiritualismos que terminan degenerando en violencia social. El segundo modelo
se denomina de subordinación ilegítima de la política a la religión, o de la
religión a la política formando un todo confuso. Personalmente tengo la
impresión de que este modelo sigue vigente sobre todo en los países de
tradición islámica sin olvidar algunos de tradición ortodoxa. Pero este es un
asunto que nos llevaría muy lejos y está fuera del marco de esta breve reseña
del encuentro de las religiones monoteístas en julio del 2007 en Ávila.
Julio Lois habló del tercer modelo considerado por él como el
deseable. Según él, este modelo supone la implicación recíproca no reductiva.
Lo cual significa: 1) Que la fe y la política, como demuestra la experiencia
del hecho religioso, se implican irremisiblemente. Luego no es lícito reducir
la fe al ámbito de lo privado. 2) La fe trasciende al compromiso político.
Luego la religión debe respetar los postulados verdaderos de la racionalidad y
las reglas del juego político limpio y honesto. 3) La política puede ser
saludablemente fecundada por la fe religiosa desde los hábitos del corazón, como
son el respeto a la vida, la libertad humana y la amistad desde la dimensión
trascendente de la vida. 4) En el contexto de los hábitos del corazón la fe
religiosa puede y debe influir benéficamente en la política sobre todo
inculcando el respeto a los que sufren. La Pasión de Cristo puede ser un
referente prioritario para ayudar a los políticos a paliar el dolor humano
desde una perspectiva trascendental, que es común y connatural a las tres
religiones monoteístas. Felicísimo Martínez insistió sobre el hecho religioso y
la importancia del mismo para la vida humana, por más que algunos quisieran
botarlo al archivo del olvido. La religión ha sido considerada por unos como el
opio del pueblo y fuente de males, y por otros como fuente de esperanza y de
libertad. La razón principal de estas posturas extremas es porque la dimensión
religiosa del hombre aporta sentido a la vida humana. Y es fuente de sentido en
la medida en que nos saca de la rutina y ordinariez de la vida proyectándonos
hacia la trascendencia. Nos pone fuera de nosotros mismos frente a una realidad
superior. ¿Riesgos de la religión? Por supuesto que los tiene. Uno de ellos es
el tomar la religión como excusa para legitimar posturas humanas irracionales,
violentas e incompatibles con la buena convivencia. Yo suelo decir lo mismo alertando
tanto sobre el riesgo del fideísmo como abuso de la fe, como del racionalismo o
abuso de la razón. Felicísimo recordó que para evitar estos riesgos y la
religión sea realmente fuente de sentido: 1) Hay que tener en cuenta que
existen otras fuentes de sentido, como la razón, además de la fe religiosa. 2)
Hay que ser humildes evitando el dogmatismo o abuso de las certezas y sensibles
y abiertos a la trascendencia. 3) Ser sensibles a todos los valores humanos y
comprometidos con los que sufren. Estas, entre otras, serían las condiciones
indispensables para comprender el hecho religioso, su importancia personal y
social así como la forma de vivirlo de suerte que la fe en Dios sea fuente de
sentido y de bien.
3. El
Judaísmo
La ponencia troncal sobre La experiencia de Dios en el judaísmo
corrió a cargo de D. Baruc Benito
Garzón, Rabino jubilado de la Sinagoga de Madrid. El judaísmo, dijo, es ante todo
una experiencia de Dios. Pero ¿de qué Dios? Antes de definir los rasgos del
Dios de los judíos denunció el hecho de que en nuestra cultura se está
aparcando el tema de Dios rechazando cualquier referencia a la trascendencia
para dar sentido a la vida. Ahora bien, no hay verdadero humanismo sin el
reconocimiento del derecho humano a la trascendencia. Está en juego la dignidad
del hombre. Y dio las gracias por haberle dado la oportunidad de hablar de Dios
en estas circunstancias en un lugar tan emblemático como el convento dominicano
de S. Tomás de Ávila. El judaísmo, insistió, no se comprende si no es como
experiencia de Dios. Y no se refiere al judaísmo oportunista desde el punto de
vista meramente político, financiero o cultural. Se trata del judaísmo bíblico
el cual no puede ser comprendido al margen de la idea de Dios. La relación con Dios, además, es la clave del
judaísmo profético común a judíos y cristianos.
La respuesta a la pregunta sobre el
Dios del judaísmo religioso auténtico es el Dios de la Biblia al que se
refieren los profetas. Después de una disquisición semántica del término Dios
vino a concluir que el verdadero término para hablar de Dios es Ha-Shen en lugar de Dios en el sentido
de la etimología griega y latina que evoca conceptos paganos. En clave judía
Dios es Trascendente, Trascendente y Trascendente, que es lo mismo que Santo,
Santo, Santo, igual a SEPARADO. El que fue, el que es y será. Dios está dentro
de nosotros. En nuestra vida interior, en las moradas interiores. El encuentro
con Dios tiene lugar dentro de nosotros en el tiempo y no en el espacio.
Encuentro, además, muy concreto, en el sentido de que Dios vive dentro de
nosotros y gobierna toda nuestra vida. Lo cual implica por nuestra parte mucha
humildad y rechazo del orgullo siguiendo el ejemplo de Moisés. Esta experiencia
o vivencia de Dios tiene lugar y se explica por etapas sucesivas.
En la primera etapa Dios es percibido
como Mi Señor el Único, tal como se expresa en la “Shema `Israel´. Escucha
Israel, Dios es ÚNICO. Dios es el único Señor y no se acepta ninguno otro.
Garzón prefiere no hablar de la unidad de Dios para evitar connotaciones
filosóficas creadoras de confusión. Piensa que es mejor hablar de unicidad
resaltando la idea de que Dios es uno y único Señor con exclusión de ninguno
otro. En la segunda etapa Dios se muestra como el Dios que me ve. Dios nos ve
interiormente hasta nuestras entrañas. Ante Dios no cabe esconderse. No hay
lugar eludir la mirada de Dios. Dios está y es omnipresente dentro de nosotros
como mitsvá o punto de encuentro.
La etapa tercera se refiere a la acción
por relación a la Ley. Es verdad que la Thora
no es propiamente ley pero se asienta en leyes. La Ley gobierna la acción. La
experiencia de Dios tiene que ser traducida a la acción mediante la
convergencia de dos voluntades: la de Dios, expresada en la Thora, y la del
hombre, que se somete a la suya. Para ello el hombre tiene que luchar con la ayuda de la Ley
contra los instintos y obstáculos que pueden impedir dicho encuentro. Es la
etapa del encuentro de voluntades. La ley del Sábado, por ejemplo, contribuye a
buscar el encuentro de Dios por encima de todo. No es propiamente una orden
sino una llamada de Dios desde la trascendencia.
En la cuarta etapa se llega a la
conciliación de nuestra libertad con la Ley, o sea, con la libertad de Dios.
Convergencia de mi libertad con la libertad de Dios. ¿Cómo pacificar ese
encuentro de las dos libertades? Abraham, Moisés, Jacob y Samuel descubrieron
una palabra clave para expresar la idea de nuestra puesta al servicio de Dios: Hinnémi, que significa Presente, aquí
estoy para hacer tu voluntad. Se refiere a la disponibilidad absoluta del
hombre poniendo su libertad al servicio de Dios desterrando el orgullo.
Pero hinnéni
es mucho más. Es la presencia misma de Dios. Hay que tener presente a Dios
en todo momento tal como se expresa en el Cantar de los Cantares: “yo
pertenezco a mi amado y mi amado me pertenece a mí”. Tener a Dios como
referencia constante y amorosa en todos los momentos y circunstancias de la
vida conscientes de que el hombre no es “sexo y dos patas”, al estilo
freudiano; ni “estómago con dos patas” al estilo marxista. Se trata del hombre
multidimensional e infinito. Hemos de estar presentes al Dios vivo y
trascendente en todos nuestros pensamientos y acciones. Él debe ser el
referente decisivo en todos los momentos de nuestra existencia. Tener a Dios
presente significa en la práctica que nunca haremos nada ante los hombres que
no nos atreveríamos a hacer delante de Dios. Igualmente, no debemos pensar en
nada que no sea pulcro y limpio ante Dios.
La quinta etapa se refiere a la translucidez o transparencia de la realidad.
Nuestra visión del mundo responde a dos preguntas relativas al mundo del Ma y al mundo del Mi. El mundo del Ma se refiere al mundo
de las realidades objetivas y así preguntamos qué es esto o qué es aquello. Es
la realidad de las cosas consideradas conceptualmente como puros objetos de
conocimiento o de uso. En este contexto eliminamos de nuestra consideración lo
que no nos interesa y enseñoreamos o enaltecemos lo que nos interesa o
egoístamente nos apetece. Pero Dios no es un objeto, un ma, sino un MI o
ALGUIEN. La pregunta correcta sobre Dios no es qué es sino QUIÉN. Nada en esta
vida ocurre si no hubiera ALGUIEN que lo hace posible. Los hombres no nos
podríamos encontrar si Alguien no nos hubiera puesto en el camino. Ese Alguien
es Dios. Las personas y Dios hemos de buscarnos y encontrarnos fuera del mundo
de los objetos. No es posible escondernos de Dios entre los objetos. Detrás del
qué de las cosas está siempre Alguien que es Dios. Por supuesto que no hay que
abandonar el mundo material y de la economía. Pero nos hemos de cuidar mucho de
no idolatrar las cosas. Hay que trascender el ma para ver las cosas desde el MI o realidad transparente del QUIEN
que es Dios. El Dios del judaísmo está
en la eterna pregunta sobre El QUIÉN de la trascendencia divina que nunca es
captado de forma definitiva sino que exige búsqueda constante sin desfallecer.
En la búsqueda de Dios no hay descanso posible. O marchamos adelante o vamos
para atrás. En la búsqueda de Dios no hay descanso. O ascendemos hacia la
trascendencia siempre trascendente o nos volvemos a casa. En ese ascenso
constante y persistente se encuentra Dios.
En la sexta etapa se aprecia que el
sendero de la búsqueda de Dios no es siempre dorado y sencillo. Para resaltar
la dificultad Garzón nos remitió a las palabras de un colega suyo, el filósofo
Levinás: “Sobre los éxtasis de los místicos, los sentimientos de la presencia
de Dios y todas las experiencias de lo sagrado, pesa una grave sospecha, ¿no
será más que efervescencia subjetiva de
fuerzas, pasiones o imaginaciones? La acción moral es la única posibilidad de
sentimientos desinfantilizados. Sólo a partir del orden ético (…) las
abstracciones metafísicas (…) asumen una significación eficaz”. El ponente
terminó su interesante exposición respondiendo a estas dificultades
describiendo con palabras emocionadas la séptima y octava etapas relacionando a
Dios con el amor y la bendición de los cohanim
o las familias sacerdotales que tenían la responsabilidad de conducir el
servicio en el Templo de Dios y actuar como los líderes espirituales del
pueblo. ”Que Dios te bendiga y te cuide. Que Dios haga brillar Su rostro sobre
ti y sea bondadoso contigo. Que Dios dirija Su rostro hacia ti y te dé paz”. El
segundo versículo es una bendición para que estemos muy cerca de Dios y que
seamos insuflados con un deseo de hacer el bien. El versículo final afirma la
esperanza de que todos los impedimentos que nosotros hemos causado en nuestra
relación con Dios serán dejados a un lado para buscar la verdadera paz mediante
nuestra integridad con Dios. Terminó con una profesión de fe en el Dios
trascendente y nuestro encuentro con Él a través del amor como donación, la
oración y el estudio de la verdad. Del animado diálogo que siguió a la
exposición del ilustre ponente cabe recordar lo siguiente. A la pregunta sobre
su valoración personal del rechazo de cualquier referencia a Dios en la
elaboración de la Carta de los Derechos Humanos bajo la dirección de René
Casin, dijo que sobre este hombre sólo podía hablar bien, declarándose amigo y
discípulo. Según Garzón no se debe utilizar a Dios para hacer respetar los
derechos humanos, que es cosa nuestra y no de Dios. Por ello no tenemos que
mezclarle o implicarle para nada. O sea, que tal rechazo estaba justificado
desde la perspectiva judía a pesar de la primacía e importancia atribuida a
Dios por el judaísmo.
A la pregunta directa sobre Jesucristo
se excusó contestar remitiendo a la audiencia a un artículo que pensaba
publicar sobre “El judío Jesús”. Dijo que este tema es muy delicado y que
merece ser estudiado a fondo en otro encuentro en el que, si tenía lugar,
estaba dispuesto a participar. No disimuló que Jesús le fascina. En este
sentido dijo que cabría preguntarnos hoy sobre quiénes son más cristianos, si los
cristianos o los judíos. En el mismo contexto habló de la disponibilidad del
judaísmo para colaborar con los que no tienen ese Adonai único y exclusivo. Más en concreto dijo que el judaísmo está
dispuesto a colaborar y cooperar en todo lo relativo a la justicia y promoción
de lo mejor para el hombre. Textualmente: “Hay que ser fanáticos con la
justicia”. Tratándose de la justicia, desde el punto de vista judío hay que ser
intransigentes. Por ejemplo, contra el aborto y la eutanasia. La vida humana ha
de ser el referente supremo o cima de todos los valores. La vida y la justicia
son dos valores innegociables a los que no se puede renunciar.
En otro orden de cosas afirmó que ha
sido un gran logro la evolución que ha tenido lugar en España desde la consideración
del término “judío” como un insulto hasta la reapertura de las antiguas
juderías. Según Garzón, judíos, musulmanes y cristianos han de tener cabida en
España. A la pregunta sobre el contencioso judío-palestino, visto desde la
perspectiva de Dios, dijo que los judíos no invocan a Dios para reclamar unos
territorios que consideran suyos. Es una cuestión de propiedad territorial y no
un problema religioso. También fue preguntado sobre la lucha judeo-cristiana
desde la perspectiva de Dios pero evadió hábilmente la cuestión insistiendo en
que no hay que implicar a Dios en las cuestiones territoriales con los
palestinos ni en las luchas con los cristianos. Por último alguien le preguntó
por qué la religión judía es presentada como una mística pero que ha de
materializarse en la práctica mediante normas y leyes muy concretas y
estrictas. Respondió que el judaísmo es una religión mística en la base porque
sin mística la religión se convierte fácilmente en una instancia de poder. Eso
sí, nada de monasterios o cosa semejante. Los judíos deben vivir en el corazón
de la sociedad transformando la mística en acción social.
En la sesión de tarde intervinieron
Alex Bayer y Manuel Reyes Mate. El primero es conocido estudioso del Holocausto
y habló sobre las identidades judías a partir del siglo XVIII. Destacó mucho la
pluralidad de interpretaciones del judaísmo entre los propios judíos. De hecho,
dijo, hay judíos para todos los gustos, desde los judíos ateos hasta los
ultra-creyentes más radicales pasando por los agnósticos, o comunistas y
socialistas en el campo político al margen de la religión. Lo cual significa
que existe un judaísmo cultural que poco o nada tiene que ver con el judaísmo
como religión. Es el denominado judaísmo humanista laico sin fe en Dios ni relación
alguna con la justicia divina. Así las cosas, se comprende la dificultad de la
integración o asimilación de los judíos. Por lo mismo, se comprende también que
la “memoria histórica” para unos judíos sea motivo justificado para el
agnosticismo y para otros para afirmar más la presencia de Dios en la historia.
Por eso, el gran reto del judaísmo hoy día sigue siendo cómo integrarse social
y religiosamente sin perder su identidad.
Reyes Mate centró su atención sobre el
interés e importancia del judaísmo en nuestro tiempo y especialmente en España.
Europa, dijo, es impensable sin Atenas y Jerusalén, pero, matizó, se ha
impuesto la cultura griega y así no podemos entendernos. Para compensar la
ignorancia en España del factor judío habló extensamente de un proyecto
pedagógico en marcha para todos los niveles de la enseñanza. Luego centró la
atención en la cuestión del Holocausto judío llevado a cabo por los nazis. ¿Por
qué insistir tanto en este genocidio por encima de otros que han existido?.
Porque en el genocidio judío, dijo, no solo se trataba de matar judíos sino que
se hacía de tal forma que no quedara resto o rastro histórico de ellos. Dicho
con otras palabras, el genocidio judío implicaba un proyecto formal bien
calculado de OLVIDO en el sentido de que se los asesinara de tal forma que no
quedara de ellos ni el más mínimo rastro de cultura. En definitiva se trataba
de expulsarlos para siempre de la condición humana. De acuerdo con la
mentalidad nazi, los judíos eran seres abyectos que sólo merecían la muerte. En
razón de esta peculiaridad del genocidio judío surgió el concepto de “crimen contra la humanidad” (contra la
especie humana y contra la razón) como un delito que no prescribe y que, por lo
mismo, ha de ser perseguido en todos los tiempos. El Holocausto significó un
crimen específico contra la especie humana y todas las conquistas del progreso
humano. Con la muerte del judío morían muchas de las cualidades del hombre y de
ahí la importancia de la “memoria histórica”.
El pueblo judío se convirtió así en el pueblo de la memoria. Terminada su
exposición uno de los asistentes dijo que estaba aterrorizado y profundamente
indignado por lo que se había hecho con los judíos. Dicho lo cual añadió que la
descripción que Reyes Mate había hecho del Holocausto le parecía reduccionista
y unilateral ya que en todos los
holocaustos que han tenido lugar se han dado circunstancias y peculiaridades
similares a las descritas del holocausto
judío. El ponente respondió que la singularidad del holocausto judío no significa
que las víctimas judías sean de primera clase y las otras de segunda o tercera.
No es que el sufrimiento judío valga más que otros sufrimientos. La
singularidad del proyecto nazi de exterminio del pueblo judío consistió en que
buscaba explícitamente el olvido de las víctimas, mientras que en los otros
genocidios las víctimas quedan a la vista de todos. De ahí la necesidad de no
olvidar o infravalorar su memoria.
Sobre la expulsión de los judíos de España alguien
matizó al ponente que hubo un decreto de expulsión por razones religiosas y no
racistas, y otro posterior de vuelta. En consecuencia, no se trataría de una
expulsión por motivos raciales al estilo nazi sino por motivos exclusivamente
religiosos. Por otra parte, no todos los judíos se marcharon como lo demuestra
la existencia de Teresa de Jesús y otros personajes importantes de ascendencia
inequívocamente judía. El ponente aceptó estas matizaciones pero recordó que
más tarde desde la administración política se introdujo la sospecha relacionada
con “la pureza de sangre”, con lo cual se incorporó también el motivo racial. En relación con los matrimonios mixtos, Alex
Baer puntualizó que, en principio, los matrimonios mixtos son un obstáculo
importante para mantener el principio de identidad judía entre otros grupos
sociales. Lo cual no impide que haya comunidades reformistas en esta materia
frente a comunidades ortodoxas radicales. En cualquier caso los matrimonios
denominados homosexuales no tienen cabida. El matrimonio entre judíos es una
garantía básica de su identidad y pureza de sangre. ¿Racismo? No es racismo,
dijo, en la medida en que el matrimonio judío no es excluyente de los
matrimonios no judíos.
Alguien volvió sobre la “memoria
histórica” matizando que habría que evitar el exagerar la memoria histórica
judía con menoscabo de la memoria histórica del cristianismo y de otras
instituciones históricas homologables. Reyes Mate se dio por aludido y dijo que
los historiadores no se ponen de acuerdo sobre este tema. Se admite la memoria
de unos y se olvida la de otros. Cada cual entiende por memoria histórica el
recuerdo de lo suyo y de los derechos que le afectan más directamente. Para
salir de este obstáculo matizó que cabe hablar de al menos tres formas de
entender la memoria histórica: como sensus
internus o sentido interno previo al entendimiento; como un sentimiento moral en clave de
conocimiento mediante el cual se destaca la importancia de las víctimas, y, por
último, como “deber de memoria”
interiorizado. El recuerdo permanente de las víctimas del Holocausto se
convierte así en una obligación permanente. Al llegar a este momento de la
discusión Reyes Mate hizo una aclaración importante que no había hecho en su
exposición. La memoria histórica, según él, es la estrategia para que lo
ocurrido no se repita en el futuro. De lo cual podemos deducir que se trata de
una memoria ejemplar y no de recordar cosas del pasado para atizar el rencor o
los sentimientos revanchistas en las futuras generaciones. Una señora musulmana matizó que tenía la
impresión de que la memoria histórica, tal como había sido descrita por Reyes
Mate, está sirviendo de poco ya que las guerras y los genocidios siguen con
buena salud en nuestros días. ¿Qué más se puede hacer para evitarlos en el
futuro? Esta intervención le ofreció
otra oportunidad a Reyes Mate para matizar mejor lo que había quedado en el
aire durante su exposición. La memoria histórica complica las cosas en lugar de
resolverlas por la simple razón de que abre heridas. Por lo mismo, no basta el
mero recuerdo sentimental del holocausto para que no se repita en el futuro
sino que es necesario un programa de reflexión profunda a partir del hecho del
holocausto para no quedar entrampados en el mero recuerdo del pasado. El final
de la memoria histórica, matizó, es la reconciliación.
4. El
Cristianismo
La ponencia troncal de la mañana corrió
a cargo del Dr. D. José Manuel Sánchez Caro, Teólogo y Rector de la Universidad
Católica de Ávila. Los momentos culminantes de su exposición fueron los
siguientes.
1) El contexto de esta ponencia en un curso
sobre las tres religiones monoteístas
El ilustre ponente comenzó destacando
la influencia del hecho religioso en todos los ámbitos de la vida. Forma parte constitutiva de la misma por más que
algunos se empeñen actualmente en no reconocerlo. El cristianismo, como
religión histórica, tiene conciencia clara de haber nacido en un momento
concreto de la historia protagonizado por Jesús de Nazaret, el cual nació en el
contexto de la historia de Israel y del pueblo judío, en el que se situó y del
que partió para su anuncio de salvación, que debe ofrecerse en todos los
tiempos de la historia posterior. Es además una religión de revelación objetiva
por cuanto esta oferta se hace palabra y concepto en una Escritura Sagrada que
es la Biblia. Es también una religión comunitaria porque su mensaje de
salvación es mantenido vivo y anunciado en cada tiempo por una comunidad que se
considera heredera de las palabras y hechos del fundador originario y las va
releyendo e interpretando a medida que cada tiempo suscita preguntas nuevas. El
cristianismo es una religión monoteísta que ofrece su mensaje de salvación como
procedente de Dios a modo de revelación y tiene clara vocación de permanencia
histórica por medio de una comunidad. Con algunas diferencias, estos rasgos los
comparte con otras religiones monoteístas, como el judaísmo, su matriz
originaria, y el islam, que nace influenciado por el judaísmo y el
cristianismo. El enfoque de José Manuel Sánchez Caro se situó en un punto
intermedio entre la mera descripción fenomenológica y la reflexión teológica
del cristianismo. Su propósito fue ofrecer una descripción sintética de los
elementos que componen la religión cristiana como quien habla desde dentro a
interlocutores de cultura media, creyentes o no creyentes, cristianos o fieles
de otras religiones. Para ello siguió las líneas maestras de la obra de
Olegario González de Cardedal, La entraña
del cristianismo.
2) La
pregunta sobre qué es el cristianismo
Respondiendo a la pregunta sobre la
naturaleza del Cristianismo, recordó que
la palabra “cristiano” deriva del adjetivo griego kristós, que es la
versión del hebreo masiah, mesías. Recordó también que fue en Antioquía de
Siria donde los discípulos del Galileo, los “hermanos”, comenzaron a ser
llamados “cristianos”, es decir, los de Cristo, los del Mesías o Ungido (Hch
11,26). En este nombre ya se ofrece una descripción de lo que es el cristiano,
a saber: aquel que cree y sigue a Jesús de Nazaret, a quien considera Mesías
como realizador de las esperanzas que anunciaron los profetas. Una de las
características del cristianismo, dijo, es su capacidad para hacerse presente
en cualquier cultura. Ya el nombre expresa una realidad distinta de la judía,
pero proveniente de esa tradición religiosa. Cristianismo es una palabra nueva
capaz de presentar al seguidor de Jesús de manera expresa y explícita como
alguien distinto de cualquier seguidor de otra religión. La manera de
identificarse como cristiano en el interior de la comunidad era la recitación
de una síntesis de la fe, del símbolo, que en su origen era la mitad de un
objeto, con la cual se reconocía el portador frente al que tenía la otra mitad.
La recitación del símbolo, como elemento de identificación, se hace presente
sobre todo en el bautismo, pero se expresa también en momentos decisivos, como
en el martirio. Como consecuencia, cristianos somos “los que creemos en el que
resucitó de entre los muertos, el cual nos libra del castigo venidero” (1 Tes 1,9-10);
o, como Pablo dice en otra ocasión, “los que creemos en el que resucitó de
entre los muertos a nuestro Señor Jesús, a quien Dios entregó por nuestros
pecados y resucitó para nuestra justificación” (Rom 4, 24-5). O, como se dice en la misma carta, “si
confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rom 10,9). Otro ejemplo elocuente
a este respecto puede ser la forma cómo resumen los apóstoles la fe cristiana.
Según Lucas al final de Hechos: “Dos años enteros permaneció Pablo en Roma en
una casa alquilada, donde recibía a los que venían a verle, predicando el Reino
de Dios y enseñando con toda libertad y sin obstáculo lo tocante al Señor
Jesucristo”. O sea que Reino de Dios y
persona de Jesucristo constituyen el contenido básico de la predicación
cristiana desde los comienzos. O lo que es igual, la persona y la predicación
de Jesús son el núcleo del cristianismo tal y como se presentaba desde sus
primeros pasos en la historia.
Esta descripción esencial irá
llenándose de matices sobre todo durante los cinco primeros siglos. Es el
tiempo en que se constituyen los credos o recitados de la fe básica de los
cristianos. Los catecúmenos, aquellos que se preparaban para ser cristianos por
medio del bautismo, eran instruidos en el credo (contenido de la fe), los
sacramentos (celebración de la fe), padrenuestro (oración cristiana) y los
mandamientos (actitud y vida cristiana). Estos cuatro elementos fueron después
sistematizados en las grandes construcciones teológicas cristianas del medio-evo,
que tienen su cumbre en la obra de santo Tomás, especialmente en sus dos Sumas
y en el Compendio de Teología. Pero fue en el renacimiento cuando comenzó a
plantearse de manera más directa la cuestión de qué es ser cristiano. Uno de
los pioneros más destacados fue Erasmo de Rotterdam, quien elaboró “algunas
reglas del verdadero cristianismo”, en su conocida obra Enchiridion o manual del caballero cristiano y, sobre todo, con su
edición greco-latina del Nuevo Testamento. Lo esencial del cristiano es el
seguimiento de Cristo y, para ello, ha de acercarse directamente a las fuentes
que nos lo presentan, al Nuevo Testamento. Se ponía así de relieve la
posibilidad de acceder directamente a las fuentes cristianas sin la transmisión
autoritaria de la jerarquía.
Lutero siguió por este camino y acentuó
la libertad individual del cristiano, guiada por el Espíritu de Jesús frente a
la orientación de la jerarquía eclesiástica. Ser cristiano, según este enfoque,
es ser libre ante Dios, acercarse a él sin mediaciones por medio de la
Escritura con la asistencia del Espíritu de Jesús; ser librados del pecado que
corrompe nuestra naturaleza por la fe en Jesús, que es el único que con su vida
y muerte nos libera. Hay infinidad de variaciones pero esto es lo fundamental
de la reforma protestante. Como reacción
la Iglesia romana acentuó la necesidad de leer la Escritura en el ámbito
de la Iglesia, que ha recibido de Cristo y de los apóstoles el Espíritu para
interpretarla. Escritura frente a Sacramentos, Espíritu individual frente a
Espíritu en la Iglesia, son dos formas de vivir el cristianismo que se han
prolongado hasta nuestros días. Pero la cosa fue a más. En la ilustración, el
momento en que se confía plenamente en la razón, el cristianismo, a manos de
Enmanuel Kant, quedará reducido a pura moral o ética. Por supuesto que se
acepta la existencia de Dios. “Quedan la existencia de Dios, el hombre, la
voluntad moral, la referencia al prójimo, la nobleza de existir”. Desde este
momento todas las corrientes de pensamientos dieron su versión de lo que es el
cristianismo, lo que dio lugar a una serie de escritos en los que se quiere
dilucidar “la esencia del cristianismo”. Líder de esta nueva singladura fue
Adolf von Harnack el año 1900 en la Universidad de Berlín.
¿En qué consiste la esencia del
cristianismo? Las respuestas son muy variadas y dependen de la situación
ideológica del que responde o del momento social en que se vive. Para Harnack,
por ejemplo, el cristianismo se resume en el mensaje de la paternidad de Dios y
del valor infinito del alma humana, mensaje que nos trae Jesús, quien, sin
embargo, no tiene más importancia que hacernos conscientes de este mensaje. A
partir de este momento de la exposición el ponente se implicó y tomó partido de
forma más personal y comprometida.
3)
Cristianismo, cristiandad y cristianía
El cristianismo es una realidad
compleja y no debe caerse en el peligro de las simplificaciones. Para evitar
este riesgo adoptó la sutil distinción entre cristianismo, cristiandad y cristianía
tomada de Olegario González de Cardedal. Con la palabra “cristianismo”
entendemos la realidad objetiva que nace de Cristo. Es, en primer lugar, un
hecho histórico. Pero, además, es la propuesta de que Dios se ha dado a los
hombres por Cristo determinando así la existencia humana para siempre. El
cristianismo es la descripción del hecho cristiano, como hecho histórico y como
propuesta de religión y con la palabra “cristiandad” expresamos la realidad
cristiana tal como ella se ha expresado en la vida de los hombres, en la
horizontalidad de una historia compleja y variada; es el cristianismo encarnado
en el tejido de la sociedad a lo largo de la historia, con todas sus
aportaciones y contradicciones inevitables. Con el término “cristianía”, en
cambio, se designa la realización personal y creadora de la realidad cristiana
tal como la puede vivir el sujeto creyente. Es la dimensión más subjetiva de
esa realidad objetiva que es el cristianismo vivido en medio de la cristiandad.
4) Jesús y la memoria judía trasmitida
Que el cristianismo nace con Jesús de
Nazaret es un hecho histórico claro. Y lo es también que Jesús vivió en un
momento concreto de la historia. El cristianismo nace en el seno del mundo
judío del siglo I y se desarrolla a lo largo de todo el siglo I de nuestra era
en la cuenca del Mediterráneo. Es, por tanto, una religión que participa tanto
de la cultura y religión judía, como de la cultura y organización greco-romana.
Por otra parte, en los comienzos del siglo primero de nuestra era el pueblo
judío, en el cual nace Jesús de Nazaret, se hallaba gobernado por Herodes el
Grande, un rey de origen no judío, vasallo de los romanos y al que éstos
protegen. Gobierna hasta el año 4 antes de Cristo, en que muere, y es el
constructor de la gran ampliación del templo de Jerusalén, que conoció Jesús y
de la cual los judíos se sentían orgullosos. A partir de esta fecha, el reino
judío de Herodes se dividió entre sus hijos. Cabe recordar especialmente a su
hijo Herodes Antipas, que gobierna en Galilea, la tierra de Jesús, y a su otro
hijo Aristóbulo, que gobernó en Judea. Éste lo hizo tan mal, que hubo de ser
sustituido por una autoridad romana el año 6 de nuestra era. Así comenzó en
Judea el gobierno de los procuradores, prefectos o gobernadores romanos. El más
célebre de todos ellos fue Pilatos, el gobernador bajo el cual Jesús fue
condenado a muerte.
Este fue el marco espacio-temporal del
origen del cristianismo. A Jesús lo mencionan también algunos autores romanos y
el historiador judío Flavio Josefo, entre otros. Podemos decir que, desde el
punto de vista de la historia, Jesús de Nazaret fue un judío, nacido hacia el
año 6 antes Cristo, es decir, unos dos años antes de la muerte de Herodes el
Grande y en tiempos del emperador Augusto. Vivió en Galilea, la región del
norte de Israel, hasta que llegó a la madurez, hacia los 30 años. Bajó después
a la desembocadura del río Jordán, cerca del desierto de Judá y no lejos de
Jerusalén, donde un hombre santo tenido por profeta, Juan el Bautista,
anunciaba la llegada de un Mesías juez, predicando a la vez justicia y penitencia
rigurosas, pues este juez iba a juzgar severamente a esta generación. Juan
bautizaba a todos los que querían iniciar este camino de purificación y
preparación a la venida del Mesías, mediante un rito que consistía básicamente
en su inmersión en las aguas del río Jordán.
Jesús se hizo bautizar por Juan, quizá
se contó durante algún breve tiempo entre sus discípulos, pero pronto inició su
propio camino. Tras un período de retiro en el desierto de Judá, donde recibe
de Dios el mandato de anunciar un nuevo camino, marcha a Galilea, elige a
varios discípulos y con ellos predica un nuevo mensaje: la buena noticia del
Reino de Dios. Tras un tiempo de actividad pública por Galilea, decidió ir con
sus discípulos a Jerusalén, la ciudad santa. Allí su predicación suscitó
enemigos y fue enviado a la autoridad romana bajo la acusación de ser un
peligroso rebelde, que se proclamaba rey en contra del orden establecido por
los romanos. En tiempos del emperador Tiberio, cuando gobernaba Judea el
procurador Poncio Pilatos. Jesús de Nazaret es ajusticiado en la cruz, como se
hacía con todos los revoltosos no romanos, a los que se castigaba por el crimen
de ser oficialmente “bandidos”. Los datos escritos nos indican que sus
seguidores, dispersados por el miedo primero, enseguida se reunieron y
empezaron a anunciar la buena y sorprendente noticia de que Jesús de Nazaret
había resucitado y podía hacer posible para todos la victoria sobre la muerte.
Es así como nació el cristianismo, primero en Jerusalén, después en Judea y Galilea,
luego por todo el Mediterráneo, hasta llegar a Roma y a los confines del mundo.
Los datos sobre hechos y palabras de
Jesús nos han sido trasmitidos por algunos de sus seguidores, que recogieron la
experiencia y el conocimiento de la comunidad cristiana del siglo I. En gran
parte han quedado escritos en los evangelios y en otras obras, configurando una
colección de escritos llamada hoy Nuevo Testamento, que forma la parte
específicamente cristiana de la Biblia. Por ellos sabemos que Jesús anunció la
buena noticia del Reino de Dios, asegurando que este reino estaba ya en medio
de los hombres y mujeres de la tierra. Es decir, que Dios iba ya a hacer que
los ideales de justicia, fraternidad y solidaridad que parecían imposibles
comenzasen a hacerse realidad, y lo fuesen plenamente al final de los tiempos.
En este contexto Jesús anunció a un
Dios que se preocupa de los hombres y es padre de todos ellos, fuesen buenos o
malos, hombres o mujeres, esclavos o libres, judíos o griegos. Por eso, todos
los seres humanos son hermanos y la relación entre ellos se debe regir por la
solidaridad, la justicia y sobre todo por el amor. Este Dios es un Dios
dispuesto a perdonar, acoge a quienes se convierten como un padre acoge a su
hijo descarriado, perdona “setenta veces siete” y nos pide que igualmente
perdonemos sin límite a quienes nos ofenden. Su acogida está explicada mediante
parábolas. Las parábolas son comparaciones continuadas y construidas con
elementos de la vida ordinaria. Así, él es un Dios que nos invita a unirnos a
él como un padre invita a participar en el banquete de la boda de su hijo; nos
entrega gratuitamente una serie de talentos que hemos de hacer fructificar;
podemos dirigirnos a él llamándole Padre, y está siempre a nuestro lado. Su
presencia es ya el reino de Dios, pequeño como una semilla de mostaza, pero
capaz como ella de crecer hasta convertirse en un gran árbol; casi invisible
como un poco de levadura, pero con la fuerza de transformar la masa entera de
la sociedad. Jesús acompañaba estas palabras con hechos que sus contemporáneos
juzgaron maravillosos, los milagros, cuya función principal era hacer
visiblemente presente la fuerza del reino de Dios que anunciaba. El resumen de
su predicación y su vida lo hace uno de sus discípulos, Pedro, al manifestar
que fue “un profeta poderoso en obras y palabras”, que “pasó haciendo el bien”.
La comunidad cristiana dio también testimonio de su resurrección y afirmó
siempre -hoy lo sigue afirmando- que está presente y activo en medio de ella de
muchas maneras. La más perceptible es por medio de su palabra y por medio de
los sacramentos, especialmente de la eucaristía. Asimismo, recibió de Jesús el
mandato de anunciar la buena noticia del Reino de Dios -el evangelio- siempre y
en todos los rincones del mundo. Esta tarea la lleva a cabo la comunidad
cristiana, que constituye una prolongación del maestro y se denomina en nuestro
tiempo Iglesia. Tal anuncio del evangelio fue llevado a cabo por los primeros
predicadores y misioneros cristianos, bajo la autoridad de los apóstoles,
aquellos a quienes eligió Jesús -llamado por ellos el Maestro y el Señor- para
que continuasen su obra. Entre ellos, un apóstol, convertido directamente por
Jesucristo, según su propio testimonio, fue decisivo en la extensión del cristianismo
por todo el Mediterráneo. Era natural de Tarso -al sur de la actual Turquía- y
se llamaba Saulo o Pablo. Con él los no judíos encontraron acogida en la
comunidad cristiana. Finalmente, este anuncio lo lleva a cabo la comunidad
cristiana, que constituye una prolongación del maestro y de los apóstoles
primeros, y se denomina en nuestro tiempo Iglesia.
5) Los
componentes básicos del cristianismo y su irreductibilidad antropológica
El cristianismo es un acontecimiento
muy complejo del que cabe destacar lo siguiente. Ser cristiano implica aceptar
que Jesús de Nazaret -el personaje histórico- es el Cristo, es decir, el
Mesías. Que él es, en efecto, el único
que puede llenar las esperanzas más profundas del ser humano, pues en
Jesucristo se ha hecho presente Dios en medio de los seres humanos para
ofrecerles la plenitud de la salvación, que es la vida plena ahora y tras el
fenómeno biológico de la muerte. Por eso, los cristianos le reconocen como
verdadero hombre y verdadero Hijo de Dios de suerte que su acción salvadora se hace permanente en el
mundo mediante el Espíritu que él mismo ha enviado a su comunidad. Él ayuda a
comprender en cada momento la Escritura sagrada, la Biblia. El mismo Espíritu
hace presente la salvación de Jesús en signos humanos como el agua limpiadora,
el aceite fortificador, el pan y el vino de cada día o el contrato matrimonial.
Esos signos, celebrados por la comunidad, presidida por quien hace las veces de
Cristo, cobran un significado y una realidad nueva, son bautismo purificador,
confirmación de la fe cristiana, cuerpo y sangre del Señor muerto y resucitado;
matrimonio que hace presente el amor de Dios a los suyos. Son los sacramentos
que celebra constantemente la comunidad de los seguidores de Jesús, mediante
los cuales no sólo recuerda lo que Jesús hizo y la salvación que nos trajo,
sino que, repitiendo sus palabras y sus gestos, se hacen presentes su persona y
su salvación en medio de nuestra vida. Así, la memoria y la presencia de Jesús
vivifica constantemente la comunidad de sus seguidores, a la que se denomina
Iglesia.
Aquí radica también la comprensión
cristiana de Dios como tres personas distintas y único Dios real y verdadero.
Padre que nos llama a la salvación, Hijo que se hace carne nuestra y la redime,
Espíritu que vivifica el mundo y la Iglesia. Los cristianos creemos que estas
acciones de Dios son reflejo de su mismo ser y por eso confesamos un Dios único
en tres personas. Por otra parte, la fe en Jesús de Nazaret crucificado como
presencia salvadora de Dios en la historia humana, como hijo de Dios, es, desde
sus mismos inicios hasta hoy, el gran escándalo para unos y la gran estupidez
para otros. Pero, para los que creen en él, Jesucristo hace posible la plenitud
de todos los seres humanos que le siguen, no solamente en esta vida, sino más
allá de la muerte. Esta plenitud de la persona humana, cuando se abre a Dios,
es lo que los cristianos llamamos la salvación. En consecuencia, el estilo de
vida del cristiano ha de ser el estilo de vida de los discípulos de Jesús. La
ley fundamental es la del amor y el mandamiento básico es amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como el mismo Jesús amó a los suyos, con un amor
capaz incluso de entregar por ellos la propia vida. El cristiano tiene el
compromiso de defender la justicia, la solidaridad y la dignidad de la persona
humana en cualquier época, lugar y condición. Para el cristiano todos los
hombres y mujeres son hijos de Dios y, por tanto, no sólo iguales en dignidad,
sino hermanos entre sí. Los cristianos se dirigen a Dios mediante la oración
individual y personal, pero también mediante la oración común en la celebración
litúrgica. De entre todas las celebraciones litúrgicas, tiene una especial
relevancia la celebración de la Eucaristía mediante la cual la comunidad
cristiana recuerda y hace presente la muerte y la resurrección salvadoras de
Jesús utilizando el mismo rito que utilizó Jesús al fin de su vida: un banquete
de pan y de vino.
Ese pan y ese vino, siguiendo
instrucciones de Jesús y repitiendo sus palabras, son la presencia viva de su
cuerpo y de su sangre, cuya comida y bebida es alimento para el camino de la
vida humana y cristiana. La fuerza transformadora de las palabras del ministro
o sacerdote que preside esta celebración vienen del mandato de Cristo y del
envío de su Espíritu, fuerza personal de Dios, que hace posible de manera
simbólica pero real (eso es un sacramento) la presencia viva y vigorosa de
Cristo en el pan y el vino de la Eucaristía. Los cristianos celebran la
liturgia eucarística sobre todo el domingo, porque éste es el día en que Jesús
resucitó de entre los muertos. De aquí el mismo nombre de “domingo”, que deriva
del latín dies dominica, “día del
Señor”. Así pues, una persona viva, que sigue actuando y de la que el cristiano
es discípulo, Cristo; un escrito de referencia con autoridad, la Biblia; un
Dios que sale a nuestro encuentro para proporcionarnos salvación y felicidad
plena, el Padre; una comunidad en la que vivir y celebrar la fe con la fuerza
del Espíritu, la Iglesia; una esperanza de vida ahora y tras la muerte, la
salvación: esto es el cristianismo, que no puede en ningún caso reducirse a una
filosofía o a una ética, por muy cercanas que le sean. En palabras de Olegario
de Cardedal: “El cristianismo es, por tanto, historia de Dios con el hombre, de
la cual nace una historia nueva del hombre. Nos remite al hecho Jesús, a la
verdad de Jesús, a la promesa de Jesús, a los apóstoles de Jesús, al evangelio
de Jesús y a la comunidad de Jesús. El cristianismo es fuente de sentido
universal para todo hombre en la medida en que arraiga, no se despega y se
remite siempre a la persona de Jesús, en su historicidad manifiesta y en la
manifestación de su persona que el Santo Espíritu, sus apóstoles y su comunidad
van haciendo de él en el tiempo por el amor y la memoria, la acción y la
esperanza”.
6) Cristiandad y principio de encarnación
Después de esta sintética exposición de
lo que es el cristianismo, el ponente hizo las siguientes matizaciones. En
realidad, el cristianismo no existe en sí mismo, sino encarnado en una realidad
denominada cristiandad. La Cristiandad es la figura histórica, la expresión
pública verificable, la realidad colectiva e institucional que lo cristiano
toma cuando deja de ser una palabra gritada (kerigma) para ser una palabra
aplicada a la vida (didaskalia), y pensada (teología). No existe el
cristianismo si no es en realizaciones concretas. Entramos así en lo que es la
encarnación necesaria del cristianismo en una cristiandad. Jugamos ahora, desde
el punto de vista del cristiano, con realidades que nos vienen dadas por Dios y
con realidades humanas muy nuestras. Por eso, caben diversas realizaciones y,
en cualquier caso, es conveniente siempre distinguir elementos humanos y
cambiantes y elementos que nos vienen dados y hemos de asumir, para que sea
verdaderamente una realización cristiana, una cristiandad.
La cristiandad está compuesta desde el
comienzo de tres elementos fundamentales:
el evangelio, el apóstol y la comunidad. El evangelio es la palabra de
Jesús y la palabra de la Escritura judía que él asumió como palabra de Dios. Es
el punto de referencia constante, punto de partida y punto de confrontación
para establecer cualquier reforma. Es la misma palabra viva de Jesús resonando
a lo largo de los siglos. El apóstol es el discípulo de Jesús, al que él
encomendó la tarea de anunciar el evangelio, celebrar la eucaristía y actuar
como autoridad, tanto por lo que se refiere a la interpretación del evangelio,
como a la organización y unidad de la misión. La comunidad cristiana es el
conjunto de los que han renacido por el bautismo, que se reúnen a celebrar la
eucaristía y a escuchar la palabra del evangelio, celebrando los signos
sacramentales que nos recuerdan y hacen presente la persona y la salvación de
Jesús. Evangelio o Escritura, Apóstol o institución jerárquica, comunidad que
celebra la eucaristía y los demás sacramentos son los tres elementos básicos de
la cristiandad.
La cristiandad no es una mera
“organización no gubernamental” con unos estatutos guiados por nuestro interés
benefactor. Hay un elemento dado que se ha de asumir. Pero, a la vez, ese
elemento se vive y se actualiza constantemente mediante acciones humanas. No
hay cristianismo vivido sin Escritura Sagrada y escucha de la palabra de Dios.
No hay cristianismo real sin institución, nacida de la autoridad del apóstol y
no hay cristianismo auténtico sin comunidad celebrante. Estos tres elementos se
imbrican uno con otro. La Sagrada Escritura se lee e interpreta en comunidad,
no individualmente, y la garantía de una interpretación auténtica se obtiene de
la comunión con los sucesores de los apóstoles, al tiempo que su más viva y
fructífera lectura e interpretación acontece en la liturgia. La comunidad no es
una sociedad más o menos organizada, sino que tiene una estructura en la cual
hay elementos dados como son los ministerios del obispo, del presbítero y del
diácono, entre otros. Se trata, pues, de una comunidad organizada, en la cual la
ley suprema es la caridad, pero la garantía de fidelidad al proyecto de Jesús
nos viene de la comunión con los apóstoles que él nos dejó y con sus sucesores.
No inventamos la cristiandad cada día, ni siquiera cada generación. Estos tres
elementos fundamentales son una constante que nos hace pertenecer, más allá de
matices y épocas, a una cristiandad que atraviesa los siglos en fidelidad al
proyecto de Jesús.
Por supuesto que las realizaciones son
muy variadas y los defectos humanos están a la orden del día. Podemos crearnos
nuestro cristianismo particular por medio de interpretaciones personales del
Evangelio. Para que eso no ocurra, la interpretación debe confrontarse con la
comunidad, con la autoridad del apóstol y la de sus sucesores. Podemos
construir una comunidad perfectamente organizada, con un derecho canónico casi
perfecto, pero siempre surgirá la fuerza del Espíritu de Jesús en la comunidad,
que nos recordará que la institución está al servicio de la vida y no lo
contrario. Podemos inventarnos la celebración de la misa cada día y hacerlo de
la manera que más nos guste, pero siempre debe haber una referencia al
sacramento instituido por Jesús y nacido en la primera Iglesia, porque esto nos
viene dado, no es creación nuestra. Todo esto da lugar a diversas
interpretaciones cristianas, que pueden en algunos casos convertirse en
cristiandades que necesitan reconciliarse y reformarse. Así, la cristiandad
protestante acentúa la confrontación directa e individual con el Evangelio, con
la Escritura, que lee en directo con su libre interpretación; la cristiandad
romana hace resaltar sobre todo el Apóstol, la dimensión institucional,
jurídica y organizativa, la autoridad y sus estructuras; la cristiandad
oriental pone sus acentos en la celebración litúrgica y en la presencia del
Espíritu en la comunidad. Tres acentos que nos indican ya cuántos otros puede
haber. El peligro de desequilibrio es constante. Por eso la cristiandad, la
Iglesia, decimos en el lenguaje habitual, debe estar siempre en actitud de
reforma y vigilante para no divinizar costumbres y tradiciones humanas, al
mismo tiempo que ha de tener siempre claro que no se puede inventar la
cristiandad cada día. En este sentido la historia de la Iglesia nos muestra la
riqueza de realizaciones cristianas y sus límites. Y constantemente
experimentamos esa tensión inevitable entre lo institucional y la fuerza del
Espíritu, la apertura a la cultura de cada tiempo y la necesaria salvaguarda de
nuestras señas de identidad. Cualquiera que analice los diversos grupos y
movimientos en la Iglesia de hoy, podrá observar en ellos esta inevitable
tensión. Sólo cuando alguno de los tres elementos básicos es rechazado o
manipulado hasta el límite de quedar desnaturalizado deja de ser propiamente
cristiandad y se convierte en “secta”, hairesis,
es decir, rama desgajada del tronco común. La división actual de las Iglesias
-realizaciones diferentes de cristiandad- es un obstáculo muy grande para la
credibilidad del cristianismo y, en consecuencia, el ecumenismo es una tarea
necesaria e imprescindible más allá de la buena voluntad de los cristianos.
7) Cristianía
como realización personal del cristianismo en la cristiandad
El término
“cristianía”, hemos dicho, ha sido acuñado por Olegario González de Cardedal.
En su misma propuesta, la cristianía
designa “la realización personal y creadora de la realidad cristiana como vida
y como vivencia en el sujeto creyente”. No se es cristiano solamente por una
adscripción externa, aunque ésta sea el bautismo. Cada miembro de la
cristiandad necesita vivir a su manera y con rasgos personales el cristianismo.
Esta vivencia es la cristianía o
talante cristiano personal. Todo cristiano vive su cristianismo objetivamente
en la comunidad. Pero, al mismo tiempo, lo vive en su conciencia, en su propio
corazón. “El cristianismo se convierte en cristianía
cuando el hombre, punzado por la gracia, se abre a sus exigencias y las
responde adentrándose en las mediaciones institucionales, que ella ha
instaurado”. Pero todo este proceso es apasionante y complejo. Cada uno percibe
la palabra del Evangelio, la figura de Jesús, la mediación institucional, la
vida litúrgica de la comunidad y su compromiso en el mundo de manera personal.
Y hasta que no lo asume así, no llega el cristianismo a hacerse de verdad carne
y sangre de nuestra propia sangre y carne. Un ejemplo fehaciente lo tenemos en
los santos. En la Iglesia el santo es un
cristiano que, viviendo en una cristiandad concreta, ha vivenciado el cristianismo
y lo ha hecho suyo de un modo personal y característico, dándole en la mayoría
de los casos una orientación original. No es que lo reinvente. El marco nos lo
da la fe cristiana (el cristianismo) y la comunidad institucional (la
cristiandad). Pero, frente a estos elementos objetivos, el cristiano vive su fe
en el contexto de una sociedad con preocupaciones, problemas y preferencias
concretas. De aquí la diversidad de vivencia del cristianismo en cada tiempo y
la diversidad de estilo que se aprecia en
los santos.
Tres grandes hechos o movimientos de
conciencia de la era moderna han de integrar la Iglesia católica en nuestro
tiempo. Olegario González de Cardedal los elenca del modo siguiente: la mística católica, el principio
protestante de la individualidad libre ante el Evangelio y la Ilustración.
Según él, los tres han puesto en primer plano de consideración la experiencia
personal del sujeto y el ejercicio de la responsabilidad individual. No son
contrarios al Evangelio. Más aún, deben ser asumidos por cada cristiano de hoy
de manera que nuestra cristiandad, viviendo el mismo cristianismo de siempre,
será, sin embargo, diferente de cualquier realización en cualquier otra época.
Así lo supo hacer, por ejemplo, Teresa de Jesús. Ella, en efecto, recibió la fe cristiana en una cristiandad
concreta, en momentos nada fáciles. Sus tiempos fueron tiempos recios. Ella
asumió la herencia cristiana con gozo y la vivió con libertad y originalidad en
una cristiandad en la que el principio de autoridad estaba sobre estimado. Supo
ser libre en una Iglesia de normas estrictas y hacer una síntesis de cristiana
que sigue admirándonos y ayudándonos aún hoy día. Cristianismo, cristiandad y cristianía forman en esta mujer
admirable una síntesis ejemplar. En un momento en el que lo objetivo y
extrínseco era en la cristiandad católica, por reacción ante la subjetividad e
interioridad protestante, casi la única manera de vivir en cristiano, ella supo
conjugar junto a una admirable acogida de la autoridad en la comunidad
cristiana, una genial interpretación individual de su vivir cristiano. Su
síntesis equilibrada en momentos tan difíciles es un ejemplo y testimonio
eficaz de la síntesis personal que cada cristiano ha de hacer en su tiempo y en
su época. Realizar este cristianismo personal con el suficiente equilibrio con
el cristianismo perenne y con la cristiandad en que nos movemos es el reto del
cristiano en cada época histórica.
8) Ser cristiano hoy
José Manuel Sánchez Caro concluyó su
ponencia con palabras emocionadas. El cristianismo, dijo, nace de una persona
concreta, Jesús de Nazaret, en un lugar concreto y en un tiempo determinado. No
es una especulación filosófica que se mueva en el mundo de las ideas sino una
realidad determinada, que puede situarse perfectamente en la historia. La raíz
originaria del cristianismo está en la confesión de que el Jesús de Nazaret
histórico es la presencia viva de Dios, hecha carne nuestra, semejante en todo
a nosotros menos en el pecado. Su vida fue ejemplar y lo sigue siendo para
creyentes e increyentes. De aquí la fascinación que suscita siempre su figura.
Pero para el cristiano los tiempos verbales se conjugan en presente: Él, que
compartió nuestra muerte mediante una sentencia injusta, ha resucitado y vive
para siempre. Por eso le confesamos Cristo y Señor. Por eso, su palabra y su
vida es luz y verdad para el cristiano, que sabe que cuenta con su ayuda,
mediante la acción del Espíritu de Jesús presente y actuante a lo largo de los
siglos. De este modo, el cristiano, que no es mejor ni peor que ninguna otra
persona en el mundo, se siente confiado en la ayuda de Dios y vive su vida como
un proyecto de salvación que traspasa incluso las fronteras de la muerte.
Pero el cristiano no vive esta fe en
solitario sino en comunidad. Una comunidad en la que la norma de vida es la
palabra del Evangelio, leída a la luz de los acontecimientos de cada instante,
en confrontación con la comunidad cristiana y a la luz de la referencia a los
sucesores de los Apóstoles. El cristiano, que se sabe egoísta y lleno de
orgullo, trata sin embargo de vivir la ley de la caridad, cuya máxima expresión
es la entrega de la vida por el otro gratuitamente como hizo Jesús. El
cristiano, que se sabe débil, frágil y poco constante, siente la mano cercana
del mismo Jesús, que se hace presente con su gracia o ayuda por medio de los
sacramentos. Al cristiano le duelen las divisiones en la cristiandad y tratará
siempre de encontrar un camino de unión que supere viejos anatemas y ayude a
lograr la síntesis que haga posible una cristiandad plural y unida en la misma
fe y la misma vivencia de ella. El cristiano, que se sabe igual de limitado que
todos los demás hombres y mujeres, trata de hacer su síntesis personal de la fe
cristiana en un mundo al que trata de mirar con los mismos ojos de Jesús sin
temor y con un constante esfuerzo de comprensión y amor. De esta forma el
cristiano descubre poco a poco que se puede ser plenamente cristiano y
plenamente contemporáneo de todos los hombres y mujeres de su tiempo. Y a la
vez que cree haber recibido una palabra de verdad, que viene de Cristo, sabe
también que nunca es capaz de poseer esa verdad plena. Por eso se mueve entre
la confianza y la humildad hasta que el Espíritu de Jesús nos lleve a todos a
la verdad plena.
En la sesión vespertina Marcos Ruíz
hizo uso de la palabra llevando el tema del cristianismo al campo de la
catequesis cristiana. ¿Cómo hacer para que los grandes principios del
cristianismo lleguen a todos de una manera fácil de entender y sin
deformaciones? Como es habitual en él, ilustró su punto de vista sobre la
necesidad de métodos creativos en la pastoral directa poniendo ejemplos
prácticos y amenos de su larga experiencia como predicador y catequista. El
diálogo vespertino giró en torno al signo más convincente del cristianismo y la
forma de tener acceso a Cristo en nuestro mundo secularizado sin olvidar las
pertinentes reformas en la Iglesia.
Y las respuestas. El signo más
convincente del cristianismo es el propio Jesucristo. A quienes preguntan sobre
el cristianismo lo más práctico y efectivo es poner a esas personas en contacto
directo con Cristo de una forma realista sobre su persona sin pretensiones de
convertir a nadie. El sacerdote y el predicador cristiano que saben lo que
traen entre manos han de presentar la figura de Cristo sin pretender convertir
a nadie, por la simple y contundente razón de que la conversión es un don de
Dios y no el resultado final de un proceso de información eficaz o de
adoctrinamiento. El buen predicador propone a Jesús al pueblo para que se
encuentre con Él. Si después se produce la conversión, ello será un regalo
gratuito de Dios. Como consecuencia de lo anterior, el predicador debe escuchar
primero a sus interlocutores y dejarlos en la presencia de Jesús. Esto, dicho por
Felicísimo Martínez respecto de la predicación cristianan, es aplicable
análogamente a la judaica e islámica. Quiero decir que deben desaparecer el
proselitismo, el fanatismo y cualquier forma de predicar la fe en el Dios
único, trascendente y personal. La predicación religiosa es una cuestión de
realismo, respeto y humildad.
Sobre el tema de las reformas en la
Iglesia Sánchez Caro insistió en que estas se han de llevar a cabo por relación
a los principios básicos del cristianismo tal como Cristo los quiso y de
acuerdo con los hechos y dichos de su persona. Lo cual significa que las
reformas no han de interpretarse como un mero maquillaje de adaptación a los
tiempos. Toda reforma supone volver a Jesús y a su Evangelio. Lo contrario
podría llevarnos a deformaciones y falsificaciones. En este sentido la Iglesia
como institución debe estar siempre en estado de reforma permanente al modo
como debemos estarlo los cristianos como personas. La Iglesia, como las
personas, también necesita confesarse. Una mujer musulmana hizo una aclaración
importante sobre el significado de la Yihad y preguntó sobre la existencia del
Limbo. Dijo que no hay que confundir la gran Yihad, que se refiere a la gran
lucha personal o guerra con nosotros mismos para superar nuestros defectos, con
la pequeña Yihad o guerra santa, que es un significado secundario y degenerado.
Por lo que se refiere a la existencia del limbo, pregunta que nadie esperaba,
la respuesta se la ofreció José Manuel Sánchez Caro. Le dijo que el limbo no es
una categoría del evangelio sino un invento de los teólogos para explicar de
alguna manera cómo Dios no puede condenar a quienes no tienen libertad para
pecar como son los niños que mueren sin ser bautizados. La señora musulmana
quedó muy satisfecha con la respuesta.
5. La
iglesia católica se confiesa
La sesión de tarde culminó con la
ponencia en la que yo mismo glosé el significado teológico y ecuménico del
gesto de Juan Pablo II, el 12 de marzo del 2000 en la plaza de S. Pedro,
pidiendo perdón por los “pecados de la Iglesia” con motivo del año jubilar del
nacimiento de Cristo. Se trata de un gesto único y singular en la historia de
las religiones sobre el que remití a mi libro Los pecados de la Iglesia aparecido en el 2002. Pero habida cuenta
de la confusión existente acerca de las denominaciones cristianos, católicos, ortodoxos, protestantes y sectas protestantes,
me pareció oportuno comenzar mi exposición con algunas aclaraciones para
identificar al sujeto de esta confesión de pecados institucionales y las
conclusiones que de tal gesto se deducen para el diálogo futuro puesto en
marcha en Ávila entre las tres religiones monoteístas.
1)
Aclaraciones conceptuales sobre cristianos y católicos
De una forma simplificada es obligado
referirnos en primer lugar a la denominada comunidad cristiana o Iglesia de
Jerusalén a la que eran asociados los nazarenos, judeocristianos y ebionitas.
Nazarenos por ser discípulos de Jesús de Nazaret; y judeocristianos por seguir
a Jesús de Nazaret pero sin abandonar del todo el lastre del Antiguo
Testamento. Los nazarenos eran descendientes directos de la iglesia judía de
Jerusalén y que se refugiaron en Pella, al oriente del Jordán, a raíz de la
toma militar de Jerusalén por Tito el año 70. Estos judíos eran fieles a las
tradiciones de su Pueblo pero reconocían la divinidad de Cristo y otros puntos
esenciales de su doctrina. Por esta razón son conocidos como judeocristianos.
Son aquellos conversos judíos que seguían vinculados a la Sinagoga y temían ser
expulsado por su postura abierta a Cristo como el Mesías. El enfrentamiento de
Pablo con Pedro en Antioquia tuvo como telón de fondo la postura de estos
judeocristianos que no terminaban de sustraerse al cordón umbilical del Antiguo
Testamento, ante lo cual Pablo pensaba que había que cortar por lo sano.
A raíz de la toma de Jerusalén por el
general Tito, tanto judíos como judeocristianos tuvieron que huir. El poderoso
fariseo Yohanam ben Zakkay, gozando de la clemencia del invasor romano, se
dispuso a reconstruir el judaísmo en la ciudad de Jamnia, lo cual consiguió
marginar a los fariseos y saduceos que no eran de su cuerda y hacer la vida
imposible a los judeocristianos. Bajo su hegemonía se redactaron las 18
bendiciones del canon de Jamnia a las que se añadió otra, la cual era de hecho
una maldición. César Vidal, en su obra El
judeo-cristianismo palestino en el siglo I, reproduce el texto según la
Geniza de El Cairo, y reza así: “Que los apóstatas no tengan esperanza y que el
reino de la maldad sea desarraigado en nuestros días. Que los notsrim (nazarenos) y los minim
desaparezcan en un abrir y cerrar de ojos. Que sean borrados del libro de los
vivos y no sean inscritos con los justos. Bendito seas tú, Adonai, que abates a
los orgullosos”. Esta bendición/maldición iba dirigida contra los apóstatas o
judíos que colaboraron con Roma, contra el reino de la maldad o Imperio romano,
y contra los notsrim y minim, que eran los judeocristianos. Con
la circunstancia agravante de que esta bendición/maldición tenían que
proclamarla tres veces al día. A los judeocristianos no les quedaba otra
alternativa que maldecirse tres veces al día si querían continuar vinculados a
la Sinagoga, o tomar las de Villadiego y marcharse, que es lo que
hicieron. Por otro lado estaban otros
judeocristianos llamados ebionitas Es la palabra hebrea con la que se definió a
la comunidad de judíos creyentes en
Jesús, el Cristo, y significa
"pobres". S. Justino el Mártir, allá por el 150 después de Cristo,
comenta que existían dos grupos de judeocristianos, los Nazarenos que
participaban de la "fe común", pero permaneciendo fieles a las
tradiciones judías y los que reconocían a Jesús como Mesías pero sólo como un
hombre más entre los hombres. O sea, que negaban su divinidad. A estos
nazarenos y judeocristianos los llama ebionitas.
En el libro III de la Historia
Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, a principios del siglo III, puede leerse:
"A otros el maligno demonio, no pudiendo arrebatarles de su dedicación
para con el Cristo de Dios, se los hizo suyos al encontrarles algún otro punto
débil. Los primeros fueron llamados ebionitas acertadamente, pues consideraban a Cristo de
un modo pobre y bajo. Creían que era un hombre simple y común, que iba
justificándose a medida que crecía en su carácter y que nació como fruto de la
unión de un hombre (José) y de María. Les parecía indispensable cumplir la Ley,
como si no pudieran salvarse con la sola fe en Cristo y una vida conforme a
ella.
Además de éstos, existieron otros (otro
tipo de ebionitas o quizás los nazarenos) con el mismo nombre que estaban
libres de las cosas absurdas de los anteriores. No rechazaban el hecho de que
el Señor naciera de una virgen y del Espíritu Santo, pero, del mismo modo que
aquellos, no confesaban que ya preexistía puesto que Él era el mismo Dios, el
Verbo y la Sabiduría. También volvían a la impiedad de los primeros,
principalmente cuando, como ellos, se afanaban en honrar el culto a la Ley
escrita. También creían que se habían de rechazar definitivamente las epístolas
del apóstol Pablo, al que llamaron apóstata de la Ley, pero hacían uso
exclusivo del llamado "Evangelio de los Hebreos", ignorando los
demás. Guardaban el sábado como los primeros y toda la conducta judaica, pero
el domingo observaban prácticas parecidas a las nuestras en memoria de la resurrección
del Salvador. Por esta causa de estos hechos llevan esta denominación, porque
el apelativo ebionita expresa la pobreza de su mentalidad, pues los hebreos
llaman con ese nombre al pobre". En Hechos, 11,26 se habla por primera vez
de los cristianos como sobrenombre de los discípulos
de Cristo. Así los llamaban los paganos de Antioquia. En 1P 4,16 se dice
que debe ser motivo de vergüenza para los seguidores de Cristo ser acusados por
los paganos de homicidas, ladrones o adulterinos. Pero no por ser cristianos o
seguidores de Cristo. Está claro que el sobrenombre de cristianos lo acuñaron
los paganos para identificar al colectivo social emergente por su vinculación a
Cristo. Cornelio Tácito, hablando allá por año 100 del incendio de Roma por
orden de Nerón el año 64, dice que tal crimen les fue imputado a los
cristianos, los cuales toman el nombre de Cristo.
Durante los tres primeros siglos de la
Iglesia los cristianos solían decir: "cristiano es mi nombre, católico mi
sobrenombre" o apellido. El sobrenombre de cristianos católicos aparece en la Carta de Ignacio de Antioquia A los de
Esmirna,7,2 cuando dice: "Donde
está el Obispo está la Iglesia, así como donde está Cristo está la Iglesia
Católica" o universal. Es el testimonio escrito más antiguo conocido sobre
esta denominación que se remonta al año 110. El término "católico" se
utilizó después también para distinguirse los cristianos de otros grupos
emergentes que se desmarcaban de la línea original diseñada por el propio
Cristo, como los gnósticos. En esta misma línea el término Iglesia se convirtió
en el nombre propio para designar públicamente a la Sociedad Religiosa fundada
por el propio Cristo en persona. Pero el
año 1050 se consumó el cisma de Oriente. El segmento oriental de la Iglesia
Católica, que se separó de la obediencia administrativa del Obispo de Roma como
Sucesor de Pedro y se autodenominó Iglesia Ortodoxa bajo la presunción de que
sólo ella representaba el proyecto original de Cristo sobre su Iglesia. En el
siglo XVI otro segmento de la Iglesia Católica original, ahora en Occidente, se
autoproclamó gestor de los asuntos del cristianismo dando lugar a los diversos
grupos cristianos conocidos con la denominación genérica de protestantes.
Cuando decimos, pues, que la Iglesia Católica se confiesa y reconoce haber
cometido errores y pecados nos referimos a la Sociedad religiosa fundada por
Cristo, la cual subsiste y persiste hasta nuestros días teniendo como principio
de unidad y de administración canónica al Obispo de Roma como Sucesor directo de
S. Pedro. Es lo que actualmente se denomina Iglesia católica sin más.
2)
Los signos de identidad social de las religiones monoteístas y los pecados de
la Iglesia
Las religiones monoteístas tienen sus
signos propios de identidad social. Así, los judíos nos remiten a la estrella
de David, el cristianismo a la cruz y el islam a la media luna. La Cruz y el
amor son los signos de identidad social del Cristianismo. Pero es importante
destacar que Jesucristo quiso expresamente que el primer signo social de sus
seguidores fuera el amor, cuya expresión suprema se consuma cuando pedimos
perdón y perdonamos a nuestros propios enemigos sin distinción de pueblo, raza,
cultura o nación. La petición cristiana de perdón no contempla siquiera que sea
correspondida. Pero, todo hay que decirlo, tampoco excusa de la prudencia. Ya
lo advirtió el propio Cristo aconsejando que no echemos margaritas a los
cerdos. No hay obligación de pedir perdón a quien lo desprecia o no lo sabe
valorar. Pero aún así no estamos dispensados de poseer los sentimientos y la
disposición de pedir perdón a quienes hemos ofendido y de perdonar a quienes
nos ofenden. Así las cosas, el Papa Juan Pablo II, antes de protagonizar un
acto singular en la historia pidiendo perdón por los pecados de la Iglesia, el
12 de marzo del 2000, al tiempo que perdonaba las grandes ofensas recibidas
desde los orígenes hasta nuestros días, ordenó que la Comisión Teológica
Internacional realizara un estudio profundo sobre las razones teológicas y
humanas que legitimaban su gesto penitencial. Juan Pablo II fue preparando el
terreno para que su gesto no pillara a nadie de sorpresa y no fuera causa de
escándalo para los pusilánimes. Por supuesto que no hay que echar carnaza a los
denostadores profesionales de la Iglesia. Tampoco es justo pedir perdón por los
pecados no cometidos, como ocurre con los pecados cometidos por personas que ya
murieron. Sin duda que la Iglesia es santa en su fundador y elementos de
naturaleza divina que la integran. Pero los hombres y mujeres que la integramos
somos de carne y hueso sometidos a la dinámica y química natural del pecado.
Por otra parte, el perdón al enemigo es la prueba de fuego de la moral cristiana.
Si el judaísmo no está dispuesto a perdonar una tilde de las presuntas
injusticias que se hayan cometido a lo largo de la historia contra él, y lo
mismo cabe pensar del islam, el cristianismo tiene el deber de mantener la
práctica del perdón como su signo más propio y específico de identidad.
La Iglesia como institución ha
reconocido siempre errores y defectos. Pero por exceso de prudencia se había
limitado a reconocerlos y a invitar a pedir perdón a Dios a título personal a
las personas particulares implicadas en esos errores. Juan Pablo II, siguiendo
el ejemplo de Pablo VI y del Concilio Vaticano II, fue más lejos y protagonizó
un acto penitencial institucional único en la historia el 12 de marzo del año
2000 con motivo del año jubilar del nacimiento de Cristo. En mi obra Los pecados de la Iglesia (Madrid 2002)
pp.166-190, el lector puede ver desarrollado y comentado el significado
profundo de esta petición de perdón. En nombre de la Iglesia universal Juan
Pablo II recordó de forma penitencial las culpas en el servicio de la verdad,
los pecados que han comprometido la unidad del Cuerpo de Cristo, las culpas en
relación con el pueblo de Israel así como los comportamientos contra el amor,
la paz, los derechos de los pueblos, el respeto a las culturas y de las
religiones. Sin olvidar los pecados que han herido la dignidad de la mujer y la
unidad del género humano, así como los pecados en el campo de los derechos
fundamentales de la persona humana.
Siguiendo el esquema papal, hago
después en mi libro una reformulación del mismo sintetizado en lo que llamo los
10 pecados capitales de la Iglesia: 1)
Haber acusado al pueblo judío de "deicidio". 2) Haber imputado
"de facto" la responsabilidad de la muerte de Cristo a todo el pueblo
judío de forma indiscriminada en lugar de responsabilizar solamente a las
autoridades de turno. 3) Haber respondido a la maldición de Jamnia por parte
judía con el calificativo de "pérfidos" en la liturgia de la Semana
Santa. 4) Haber imitado en la administración de los asuntos de la Iglesia a las
estructuras del Imperio a raíz de la paz constantiniana. 5) La creación de los
Estados Pontificios en Occidente convirtiendo al Papa en Jefe político. 6)
Haber contribuido al cisma de Oriente con el escándalo de las mutuas
excomuniones. 7) La falta de tacto para evitar la ruptura protestante en
Occidente. 8) Haber suprimido la libertad de opinión en materia de fe tratando
las opiniones teológicas no favorables como delitos sociales de máxima gravedad
susceptibles de la pena de muerte. 9) Haber fomentado los nacionalismos
eclesiásticos. 10) Abuso de la autoridad
y de las certezas teológicas. Este acto tan ejemplar de Juan Pablo II fue
recibido con gran admiración por la casi la totalidad de los medios de
comunicación mundial. Sin embargo, los teólogos apenas se ocuparon de comentar
y deducir las conclusiones prácticas de este gesto de grandeza cristiana. El
pedir perdón y perdonar supone una categoría espiritual de muchos quilates de
humanidad y tal vez por ello tanto los líderes de las religiones no cristianas
como los teólogos cristianos optaron por el mutismo poniendo comprensiblemente
al resguardo su mediocridad moral e intelectual. Pero el hecho está ahí como un
referente obligado de humanidad sin igual y de auténtica religiosidad. Las conclusiones
prácticas de mi intervención aparecen en las reflexiones finales de esta
crónica.
6.
El Islam
La ponencia sobre Los aspectos comunes a todos los musulmanes corrió a cargo del imán
de Madrid, RIAY TATARY. Comenzó felicitándose por la oportunidad de poder
hablar de los aspectos esenciales del Islam en un lugar tan emblemático como el
convento dominicano de Santo Tomás de Ávila donde, por otra parte, existía una
pequeña comunidad musulmana.
a)
Los cinco pilares del islam
1)
La confesión de fe en la unicidad de Dios.
No hay más divinidad que Dios y Mahoma es su mensajero. Este es el
primero y más importante de los pilares del islam. El musulmán proclama que la
divinidad es esencialmente una de tal suerte que no tiene asociada ninguna otra
figura con rango de divinidad. De esta forma el islam se desmarca del
politeísmo preislámico y del concepto trinitario cristiano de Dios. La creencia
sincera en la shahada basta para ser
uno considerado musulmán y su profesión de fe ante testigos, tras una ablución,
constituye el ritual necesario para convertirse al islam. Pero por sí sola no
basta para conducir al creyente al Paraíso. Es necesario también el
cumplimiento de las obligaciones de los otros cuatro pilares. Sobre la fe
musulmana Tatary matizó algunos puntos interesantes. En realidad el Dios del
islam es esencialmente el mismo que el
de los judíos y de los cristianos apuntalando lo de Dios como único
incompatible con ninguna otra presunta divinidad. El Corán es su Libro, se cree
en la otra vida, se admite la providencia divina como destino aunque no como
fatalidad y se acepta a Cristo como profeta así como la existencia de ángeles y
genios.
2)
La oración ritual (plegaria, acto de devoción). Cada musulmán debe rezar
cinco veces al día en dirección a La Meca con las abluciones previas. La
ablución menor consiste en el lavado de cara, manos, cabeza y pies, y la
ablución mayor en el lavado completo del cuerpo. Las mezquitas disponen de un
lugar donde realizar este lavado ritual. En caso de no disponer de agua puede
practicarse la ablución seca frotándose
con arena limpia. Por otra parte, el islam considera toda la tierra igualmente
sagrada por lo que no es necesario realizar los rezos en las mezquitas. Y, por
supuesto, la oración se hace en dirección a La Meca, centro espiritual del
islam, y dentro de ésta hacia la Kaaba, templete situado en el centro de la
mezquita mayor de la ciudad. En vida de
Mahoma se rezaba mirando hacia Jerusalén. La oración consiste en la recitación
de determinadas fórmulas y versículos del Corán, acompañada de una serie de
inclinaciones.
3)
La limosna o azaque. Los musulmanes deben dar cada año una limosna a las
personas más pobres de su comunidad, empezando por familiares y vecinos. Puede
hacerse en dinero o en especie. Para efectos limosneros se computan no sólo las
rentas económicas sino también el ganado, las mercancías, los minerales
extraídos, los frutos y los cereales. La limosna tiene como finalidades limitar
la acumulación de riquezas, purificar el alma de la avaricia y la codicia,
ayudar a los pobres y necesitados, crear espíritu de comunidad y ayudar a la
creación de obras de utilidad pública como escuelas u hospitales. Los
beneficiarios de la limosna son, en primer lugar, las personas incapaces de
asegurar su subsistencia. También se benefician de ella los recaudadores de la
propia limosna, por el trabajo realizado; las personas convertidas
recientemente al islam; los endeudados incapaces de hacer frente a sus deudas;
los musulmanes que están lejos de sus hogares y no tienen medios para volver y,
cuando existía la esclavitud, los esclavos, pues con la limosna se compraba su
libertad.
4)
El ayuno de Ramadán. El ayuno o sawm del mes de ramadán, es una de las
características del islam más conocidas entre los no musulmanes. La palabra
ramadán designa, fuera de la lengua árabe, más el propio ayuno que el mes. El
ayuno se recomienda durante otros momentos del año, pero durante el ramadán es
estrictamente obligatorio para todo el que pueda realizarlo. Se efectúa durante
todos los días del mes desde la salida del sol hasta su ocaso. Modifica
sensiblemente la vida de los musulmanes mientras dura ya que se vive más de
noche y la gente se junta para compartir la ruptura del ayuno. Muchos
emigrantes musulmanes vuelven a sus países de origen para ayunar con los suyos
por considerar que el ayuno es más duro si se está en un medio no musulmán.
También cambia la alimentación y se preparan alimentos específicos de gran
aporte energético. 5) La peregrinación a
La Meca. El musulmán debe peregrinar al menos una vez en la vida a la
ciudad de La Meca, siempre y cuando disponga de los medios económicos y las
condiciones de salud necesarias.
b)
Aspectos peculiares del islam. En este apartado el ponente recordó la
importancia del calendario islámico, de las festividades y conmemoraciones y
de la lengua árabe. En un momento dado
matizó que los musulmanes no se denominan mahometanos, por el fundador, ya que
Mahoma fue un hombre más y no una presunta divinidad. De ahí que la
denominación de mahometanos suene mal en el mundo islámico. Me llamó mucho la
atención la importancia atribuida a la lengua árabe. Para los musulmanes el
árabe sería algo así como el idioma propio de Dios. Por ello hay que rezar en
árabe. Una sacralización del árabe que personalmente me resultó tan chocante
como preocupante y poco realista.
c)
La ley islámica o Sharía, legislación y jurisprudencia. La Sharía (“vía o senda, el camino al
manantial”), es el cuerpo de Derecho islámico. Constituye un código detallado
de conducta, que contiene también las normas relativas al culto, los criterios
de la moral y de la vida, lo permitido y lo prohibido así como las reglas para
discernir entre el bien y el mal. La Sharía
Denota el modo islámico de vivir que es más que un mero sistema de
justicia criminal. Sharía es un código religioso de vida similar al modo como la Biblia ofrece un sistema moral para los
cristianos. La Sharía ha sido adoptada en buena parte por la mayoría de los
musulmanes como una cuestión de conciencia personal. Pero también es adoptada
oficialmente como ley por algunos Estados y sus tribunales de justicia velan
por su cumplimiento. Muchos países islámicos han adoptado elementos de la
Sharía en áreas como las herencias y los testamentos, la regulación de las
actividades bancarias y de los contratos. Tatary reconoció que la Sharía o ley
islámica tiene actualmente mala prensa y es muy común que se interprete por el
mundo no islámico en sentido peyorativo. La verdad es que el sólo pensar que en
un país pueda imponerse la ley islámica hace presagiar lo peor. A pesar de ello el ponente trató de
quitar hierro al asunto y, para sorpresa del auditorio, habló de opciones
libres y de búsqueda de la libertad dentro del islam.
d)
Los sistemas del islam, la separación de poderes ejecutivos, terminología y
ciencias del islam. Dijo, entre otras cosas, que el islam no decide sobre
cómo elegir al jefe sino que la comunidad decide sin que el asunto se haya de
dilucidar como exigencia religiosa. Me resultó muy sorprendente su modo de
hablar de la libertad religiosa y de culto en el islam. Uno estaría inclinado a
pensar que hablaba más expresando un deseo personal que como expresión de lo
que de hecho ocurre en todos los países islámicos donde la libertad religiosa y
de culto es una asignatura dramáticamente pendiente. Dijo que el islam es
severo en exigir respeto para la institución familiar. Pero ni siquiera aludió
a la poligamia ni a la concepción islámica de la mujer que es otra de las
cuestiones rojas del islam. En materia de economía el islam está comprometido
contra la usura y el monopolio de los productos alimenticios. Habló de unión
del poder ejecutivo y legislativo e independencia del poder judicial. El islam
define con terminología propia lo que es verdadero, falso, permitido o
prohibido de acuerdo con los principios del islam. En el campo de la ciencia
distinguen entre ciencias humanas, tecnología y ciencias del Corán.
e)
Valores y características del islam. Habló de justicia, igualdad y
fraternidad, hospitalidad, generosidad y acogida. Todo ello como exigencia
religiosa de una presunta igualdad original en la creación por parte de Dios.
Habló también de Adán y Eva desde una perspectiva unisexual como fundamento
para rechazar el racismo y la desigualdad. La generosidad y solidaridad, la
hospitalidad y la acogida en el islam son la expresión adecuada de la gran fe
en Dios. Por otra parte, matizó, el islam es universal en el sentido de que ha
de ser asumido por la entera humanidad y no sólo por los árabes. De lo cual se
deduce que el islam como religión ha de ser impuesta a todos.
Dijo, no obstante, que el islam es
flexible, innovador, equilibrado y comprometido con los derechos humanos. Un
ejemplo de flexibilidad: ¿Qué hacer con la fecundación in vitro? Tan sencillo
como esto: se estudia el asunto, se acuerdan unas normas y asunto terminado.
¿Derechos humanos? Hizo una apología de la vida y de la libertad sin descender
a nada concreto y llegó a decir que, groso modo, la ONU casi imita al espíritu
musulmán. Mi capacidad de asombro, después de haber estudiado minuciosamente
hace algunos años el proceso de gestación de la Carta de las Naciones Unidas,
llegó al máximo razonablemente soportable. Sobre el diálogo interreligioso no dudó en
afirmar que el islam es por su propia naturaleza diálogo entre Dios creador y
los hombres y, como consecuencia, de los hombres entre sí.
Sobre el diálogo del islam con la
Iglesia católica el ponente reconoció que hay grupos islámicos que no ven
utilidad ninguna en estos diálogos. Otros grupos sólo ven utilidad desde el
punto de vista político. A pesar de todo dijo que, en su opinión, la mayoría de
los católicos y musulmanes está a favor del diálogo religioso siempre y cuando
los protagonistas sean expertos por ambas partes y no estén dirigidos por los
políticos. Una base de entendimiento entre católicos y musulmanes sería una
buena plataforma de esperanza. Pero había una dificultad de última hora. En
aquellos momentos los políticos hablaban
de una “alianza de civilizaciones”. Lo cual nos llevaría a quedarnos todos como
estamos y a aceptar a ciegas y sin sentido crítico todo lo que haya en las
culturas y civilizaciones. ¿Sería esto un progreso? Tatary insistió en que
cristianos y musulmanes tenemos que conocernos mejor y recordó la anécdota de
Juan Pablo II cuando la mayor parte de los que le dieron la bienvenida en el
estadio de Damasco no fueron cristianos sino musulmanes. Destacó este detalle
para poner de relieve la conveniencia del mutuo respeto y comprensión deseable
entre cristianos y musulmanes.
El diálogo nos debe llevar de la mano a
la cooperación en la defensa de la naturaleza, creada por Dios, en la solución
de los problemas humanos derivados del fenómeno de la emigración y de los
derechos humanos en general. Pero ¿y los derechos de la mujer? Contestó sin temblarle
el pulso que en el islam la mujer tiene los mismos derechos que el hombre y que
sólo hay diferencias funcionales. Para comprender esta afirmación recomendó
conocer mejor el Corán el cual está en todo a favor de las mujeres. No en vano
las mujeres defendieron siempre a Mahoma. Pero, de hecho, replicó alguien, hoy
día esas afirmaciones no se corresponden con la realidad. A lo cual respondió
diciendo que en el Corán original no era así y que no debemos asociar los
crímenes cometidos por musulmanes particulares al islam como religión. Según
él, hay una campaña de mentalización anti-islámica procedente de los Estados
Unidos. Pero el problema no es el islam como religión sino los intereses
existentes por el tráfico de armas y el trasfondo político y económico que se
ha creado sobre estos asuntos principalmente en los Estados Unidos. Tatary hizo una exposición apologética y
triunfalista del islam con afirmaciones muy chocantes aunque reconoció que hay
que hablar y tratar de entendernos y que dejaba sin abordar cuestiones que
necesitan ser aclaradas relacionadas con la mujer, la discriminación, el
extremismo, la islamofobia y otras
cuestiones. Supongo que estaba pensando en la “guerra santa”, la poligamia, la
condición de la mujer, la teocracia política o la libertad religiosa. Temas
todos ellos sobre los que hábilmente pasó de largo. Al final de su exposición
yo tuve la impresión de que Tatary utilizaba dos registros. Uno como imán o
líder musulmán con responsabilidad pública, y otro como persona particular que
sugiere prudentemente sus propias convicciones. ¿Acertada o equivocada esta
apreciación? No lo sé.
Alguien
se apresuró a pedir la palabra para expresar su respeto y admiración por el
ponente y los aspectos positivos de su exposición. Pero añadió que, a pesar de
todo, le aterraba el solo pensar que su hija se enamorase de un musulmán. Fue
una forma retórica de plantear abiertamente la cuestión sobre el trato de la
mujer en el mundo musulmán. Tatary trató de tranquilizar a su interlocutor
invitándole a que conozca mejor el islam desde dentro. A nadie se le obliga a
casarse con un musulmán. Como tampoco hay motivos para que las conquistas de
Europa en el campo de la libertad, de la familia y de los derechos humanos en
general hayan de ser abandonadas. Con todo, dijo, el proyecto musulmán sigue
siendo válido y no es justo renunciar a unos valores para aceptar otros. “Soy
luchador por la libertad –añadió – que es la llave de todo lo demás”. Hay que
dar tiempo al tiempo. Después de recordar algunas actividades culturales que
tienen lugar en su mezquita de Madrid para resolver los problemas de las
mujeres musulmanas en España, trató de responder como pudo a la cuestión del
terrorismo musulmán. Después de 38 años en España, dijo que consideraba un
error tratar a los musulmanes como terroristas. Y se explicó con las
matizaciones siguientes.
Desde el punto de vista islámico los
términos fundamentalismo e integrismo van asociados a los principios o fundamentos
básicos del islam y no al terrorismo y otras actividades similares. Esta
asociación sería de los occidentales, sobre todo de Estados Unidos, para crear el miedo al islam.
Según Tatary, el trasfondo de todo esto hay que buscarlo en los intereses
derivados del petróleo y la fabricación de armas. Se crea así al enemigo en
provecho propio. Contra esta estrategia el ponente se pronunció abiertamente a
favor de la “alianza de civilizaciones”.
Pero ¿por qué el islam no permite construir iglesias cristianas y no
mete mano contra la represión religiosa? Son estos temas muy delicados, dijo,
remitiéndose a lo que hay en España. Pero reconoció que hay países islámicos
anclados en el pasado y los políticos contribuyen a esa situación. En
contrapartida, añadió, “como musulmán y como ser humano, defiendo la libertad”.
Pero no se pronunció en concreto sobre la libertad religiosa.
Sobre el tema de la apostasía en el
islam dijo que hay que ser valientes evitando la herramienta política. La
apostasía se ha utilizado en el islam para desestabilizar la vida. Matizó que
tal vez su exposición resultó demasiado idílica pero que no había pretendido
vender nada. Sobre la asociación de lo religioso a lo político se pronunció en
contra del Estado teocrático si bien la mayoría de los musulmanes son
políticamente teocráticos. Por lo demás, los musulmanes aplaudieron en su
momento el texto del Vaticano II relativo al islam pero personalmente no
comparte el trato que se le da a Mahoma. Alguien lanzó una flecha contra el
mensaje idílico de Tataray recordándole que por razones religiosas inspiradas
en el Corán actualmente se está machacando a mucha gente en diversos países.
Lanzó el balón fuera diciendo que él no podía evitar que tal cosa ocurra en
otros países fuera de España. Un musulmán radicado en Ávila intervino diciendo
que conviene intercambiar opiniones y dialogar más sobre el islam para evitar
los juicios que suelen hacerse en contra por ignorancia. Dijo tajantemente que
el islam no impone nada. La poligamia, por ejemplo, no es una obligación sino
una solución para evitar el adulterio, y así otros temas polémicos. A pesar de
todo, matizó alguien, la mujer está muy sometida y acosada en el islam. ¿Se
hace algo realmente efectivo por los derechos humanos de la mujer? Tatary
respondió que no podía decir todo pero que nos había hablado desde el corazón y
rogaba no prestar demasiada atención a lo que dicen los medios de comunicación
sobre estos asuntos así como no universalizar los casos aislados.
En la sesión de tarde El P. Emilio
Galindo, misionero de los PP. Blancos y veterano interlocutor ecuménico con el
islam, dijo que su deber era hablar bien del islam. Para conocer esta religión
hay que conocer el Corán por lo que él insiste y aconseja a los musulmanes que
hagan una edición crítica del mismo para evitar que su fuente no se contamine y
su estudio pueda ser provechoso. La intervención del P. Galindo fue testimonial
a favor de las cosas buenas que él ha encontrado en las fuentes genuinas del
islam y que resumió en los puntos siguientes. Según él, el islam surgió de la
experiencia honda y arriesgada de Dios, la cual constituye la raíz y el impulso
permanente del movimiento espiritual puesto en marcha por Mahoma. Por supuesto
que Mahoma era analfabeto, como la mayoría de la gente de su tiempo. Pero no un
enfermo mental. Para tener una experiencia de Dios como él la tuvo no se
necesita saber leer ni escribir. En aquellos tiempos la sabiduría no se
asociaba a las letras sino a la experiencia directa de la vida y en relación
con Dios. Era una cultura fundamentalmente oral o hablada y no escrita. Lo
importante es que Mahoma tuvo una experiencia directa de Dios y su mujer no
tuvo la menor duda de ello. ¿La poligamia? La impusieron las circunstancias. Su
poligamia es una mediación posterior a su experiencia original de Dios.
El islam no quiso ser una religión
nueva sino el movimiento entroncado en la revelación bíblica con el fin de
recordar que no había otra divinidad fuera de Dios a la que el hombre tiene que
rendirse totalmente como lo hizo Abraham. Los hombres lo habían olvidado y
había que recordárselo cinco veces al día. El islam tiene la misión de hacernos
tomar conciencia clara de nuestra condición de criaturas. Sólo somos criaturas.
No hay absolutos fuera de Dios. S. Ignacio de Loyola se habría inspirado en
Algacel hablando de la obediencia. El
Dios que proclama el islam es un Dios parcial comprometido y comprometedor que
hace descubrir el carácter sagrado y único del hombre, en especial con los más
pobres. El islam es rupturista porque
puso en tela de juicio el estatuto social y religioso de su tiempo sustituyendo
el lazo tribal y de sangre por la fraternidad en la fe sin distinción de raza,
color o cultura y dando prioridad a lo ético sobre lo cultural. En los
comienzos del islam había este consejo: si os persiguen, id a los cristianos.
El islam creó la umma, o sea, una
comunidad nueva en la que nadie es más que nadie (sin jerarquía), nadie es
intermediario de nadie (sin clero) y nadie tiene poder sobre nadie (laicos).
Todos eran considerados iguales ante la mirada de Dios entrañable y
misericordioso al que todos deben rendirse.
El islam se asienta sobre los cinco
pilares siguientes:
La
profesión de fe por la que la comunidad islámica se libera de toda idolatría disponiendo a sus
seguidores al sometimiento incondicional a Dios como Abraham. Todo el islam es
profesión de fe y no idolatría a los valores materiales. Por otra parte la
corrección no debe interferir entre el yo y la conciencia. Dijo que en el mundo
árabe, aunque parezca lo contrario, mandan las mujeres más de lo que muchos
piensan.
La
oración o salat cinco veces al día para mantener el ritmo creador
y mantener el contacto con el Dios Vivo a fin de evitar la doble idolatría del
yo y de las cosas materiales. La limosna legal o zakat que enseña a romper la violencia de la propiedad privada
teniendo en cuenta que los bienes de este mundo son de Dios y para todos.
Mediante el ayuno o sawm se aprende el sentido exacto de las cosas y permite
adquirir una ternura nueva y universal por todo lo creado. Por la peregrinación
o hayy tomamos conciencia de
exiliados, de “ser otra parte”, de no tener ni poder ni “patria” ni en el ego,
del que tenemos que salir, ni en las cosas de las que estamos de paso, porque
rotundamente somos de Dios y a Él volvemos”.
En el islam hay numerosos místicos o
sufíes, hombres incómodos para el islam oficial, a quienes les basta Dios como
Amor y Amigo en el mundo. No poseen nada en propiedad ni son poseídos por nada.
Por sus frutos son conocidos. El islam ha puesto de pie en actitud creyente a
muchos millones de hombres y mujeres. Buenos y malos, santos y fanáticos,
hospitalarios y desconfiados, pobres y ricamente esclavos de las cosas. Hombres
y mujeres más dispuestos a morir por la religión que a fiarse de Dios, como
ocurre en todas las religiones que olvidan que Dios no es monopolio de nadie,
ni de ninguna religión, gueto religioso o teología tribal.
El islam está más allá de toda religión
y recomendó la reflexión sobre un texto del murciano Ibn ARABI (1165-1240), que
dice así: “Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no
era como la mía. Ahora mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas
las formas: es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo
de ídolos y de peregrinos. Tablas de la
Ley y Pliegos del Corán. Porque profeso la religión del Amor y voy a donde
quiera que vaya su cabalgadura, pues el Amor es en mi credo y mi fe”. El P.
Emilio Galindo terminó remitiendo también al siguiente texto emblemático del
Vaticano II (Nostra aetatae, 3) sobre
los musulmanes: “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que
adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos
designios procuran someterse con toda el alma, como se sometió a Dios Abraham,
a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no le reconocen como
Dios; honran a María, su madre virginal y a veces también la invocan
devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos
los hombres resucitados. Por ello, aprecian la vida moral y honran a Dios,
sobre todo, con la oración, las limosnas y el ayuno. Si en el transcurso de los
siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y
musulmanes, el sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado,
procuren sinceramente una mutua comprensión, defiendan y promuevan unidos la
justicia social, los bienes morales, la paz y libertad para todos los hombres”.
Luego tomó la palabra Montserrat
Abumalham, que habló del islam como
especialista en fenomenología del hecho religioso. En tal sentido dejó muy
claro desde el principio que Mahoma tuvo una experiencia espiritual
indiscutible y que recibió la iluminación profética. Como consecuencia de lo
cual su personalidad sufrió una transformación profunda. Pero llegó el momento crítico de su muerte y sus
sucesores se encargaron de administrar esa presunta revelación de forma
antagónica. Tanto que muy pronto surgieron al menos dos bandos interpretativos:
los sufíes y los chiítas, con el triunfo de los primeros. A partir de este
momento en el terreno político surgió el Estado islámico aunque no
necesariamente teocrático. Y como ocurre en todas las religiones, se produjo
también una ritualización, con lo cual se produjo cierta deformación del
significado original del islam imponiéndose el cumplimiento de normas muy
estrictas de conducta (los valores islámicos: limosna, hospitalidad etc) con
una proyección radicalmente trascendente.
Como dije antes, la comunidad de los
chiítas fue la gran perdedora hasta el punto de ser éstos perseguidos. Es el
denominado “martirio intra-islámico” de los primeros tiempos del islam. Por
otra parte, sólo en el islam chiíta cabe hablar de jerarquía y clérigos. Luego
el islam derivó hacia la política asociando el régimen político a la divinidad.
No obstante surgieron las luchas por conseguir cuotas de poder con menoscabo
del referente superior de orden divino. De hecho, los textos religiosos
islámicos dan pie para todo, incluida la guerra. De ahí que la tensión entre el
poder político y el religioso en el islam haya sido constante y permanente.
Pero esa tensión, destacó la ponente, no se ajusta al islam religioso original.
En los estudios sobre el fenómeno de las religiones se pone mucho énfasis en
los mediadores y las mediaciones que repiensan e interpretan el proyecto
original de sus fundadores. Esto se refiere a las personas que toman la
antorcha de los fundadores y a las instituciones religiosas. El caso de Mahoma
y el islam no fue una excepción y de ahí la conveniencia y necesidad de
retrotraernos al proyecto original de Mahoma modificado en parte por sus
intérpretes e instituciones islámicas posteriores.
La ponente hizo un “excursus” crítico
sobre los imperios británico y francés. Estos, según ella, han dividido el
mundo caprichosamente en civilizados e incivilizados. De ahí que la denominada
“Alianza de civilizaciones” lo único que consigue es sancionar ghetos
previamente establecidos en lugar de ayudar a comprender mejor las
diversidades. Sobre todo olvidan que la fe y la religión deben tener su
expresión adecuada en la vida pública en clave de respeto y amor. La fe
religiosa, como el amor entre las personas, es algo que se elabora día a día de
acuerdo con la demanda de los demás y la capacidad de rectificar cuando fuere
menester. De la breve e interesante intervención de Montserrat Abumalham cabe
deducir que hay que recapturar el proyecto religioso original de Mahoma,
manipulado por sus sucesores y mediaciones, y al mismo tiempo reconocer en la
vida pública contemporánea la importancia trascendental del fenómeno religioso.
Sobre el tema de las conversiones religiosas el P. Galindo dijo que los musulmanes
que se conviertan a Jesús no tienen por qué abandonar las estructuras
religiosas musulmanas. Su posición hace pensar en los judaizantes de la primera
comunidad cristiana de Jerusalén con los que S. Pablo cortó por lo sano. Hay
que estar agradecidos a las estructuras religiosas pero sin menoscabo de la
conversión a Dios sin dejarnos acosar por esas estructuras en las que
intervienen poderosamente las mediaciones. Por otra parte, se tiene a veces la
impresión de que las tres religiones monoteístas conducen con facilidad al
fanatismo religioso. Sin olvidar tampoco que hay experiencias religiosas
sospechosas de estar más cerca de lo patológico que de lo normal.
Montserrat Abumalham se dio por aludida
y contestó del modo siguiente. La propensión al fanatismo religioso no es
patrimonio exclusivo de las religiones monoteístas ya que la encontramos
también en otros movimientos religiosos y no religiosos modernos bien
conocidos. Lo que sí es cierto también es que en los momentos de crisis
profundas las religiones monoteístas tienden a replegarse en determinadas
situaciones. O sea, que la derivación fanática viene de situaciones personales
y sociales de crisis y no de la naturaleza propia del monoteísmo religioso.
Tampoco se puede negar que hay manifestaciones religiosas de signo patológico.
Eso es inevitable. Pero hay otras como la religiosidad de Teresa de Jesús, por
mencionar un caso emblemático en la ciudad de Ávila, que más bien corroboran la
tesis contraria a favor de la sensatez y la racionalidad. No se puede olvidar
que el materialismo tiende a interpretar siempre lo religioso como algo
patológico. Pero hoy día esta interpretación resulta menos seria y razonable
que nunca. El sentido religioso, como el amor, forma parte de la estructura
esencial del hombre. No somos sólo biología. Por otra parte, el mundo árabe
pre-coránico no era escrito sino oral. De ahí que lo de menos es si Mahoma
sabía o no leer y escribir. El Corán es para ser contado de palabra y hablado,
coloquial y no escrito. Es una institución chiíta y no sufísta. Por lo que se refiere a la politización del
islam, la ponente destacó que en Irán, por ejemplo, existe un debate interno
sobre si el Gobierno debe ser teocrático e integrado por clérigos musulmanes.
En cualquier caso se recomienda a los estudiosos no confundir el desarrollo del
islam como religión con la historia política del islam. A la pregunta sobre la
relación entre el Dios de la mística y el de la teología musulmana, la ponente
se excusó de responder remitiendo a la audiencia a un libro suyo de próxima
aparición. En cualquier caso, añadió, el islam está profundamente marcado por
la experiencia del desierto. En el desierto, o se cree en Dios único o se muere
uno de terror ante la grandeza de tal espectáculo de la naturaleza.
Después de una jornada de elogios para
el islam, destacando casi exclusivamente los aspectos presuntamente positivos,
Felicísimo Martínez intervino como moderador con la siguiente matización: hasta
ahora sólo la Iglesia católica ha hecho autocrítica y ha reconocido errores.
¿Por dónde va la autocrítica interna en el islam? Montserrat respondió que ha
habido autocrítica en el seno del islam pero se tiene la impresión de que los
jóvenes no están por la labor. Con otra particularidad, y es que esos que
llevan a cabo la autocrítica no son hombres de religión sino escritores en
general. Además con un problema añadido. Esos escritores críticos tienen
cortadas las alas de su libertad de expresión y sus críticas no son dadas a
conocer mediante traducciones a otros idiomas fuera del árabe. Lo mismo cabe
decir de los profesores en los centros de enseñanza. La autocrítica en el islam
existe pero encuentra muchas dificultades para su divulgación. En resumidas cuentas,
que los críticos del islam carecen de la adecuada libertad de expresión para
manifestar sus opiniones.
7.
El diálogo interreligioso en el mundo actual para garantizar un mundo
mejor
Este fue el título de la ponencia
conclusiva, a cargo del joven padre de familia y prestigioso profesor de la
Universidad de Alcalá de Henares, D. José Mª Pérez Soba. Recordamos algunas
ideas troncales de su entusiasmada e interesante intervención. En su opinión,
el diálogo interreligioso resulta imprescindible en un mundo globalizado como
es el nuestro. No se puede mirar ya para otro lado desde el punto de vista
educativo como si el diálogo interreligioso fuera un elemento culturalmente
exótico. Vivimos en una sociedad abierta y muy diversificada a causa del
fenómeno migratorio y el influjo de los medios de comunicación. Hasta tal punto
que cada cual se las arregla personalmente para encontrar el sentido a su
existencia consultando directamente a esos medios marginando a las instituciones
religiosas tradicionales. A través de los medios de comunicación de masas se
ofrecen muchas respuestas de sentido diferentes hasta el extremo de poder
afirmar que no se reconoce el monopolio del sentido a ninguna institución
religiosa en particular. El tema del diálogo interreligioso no es un tema más
entre otros sino un desafío de capital importancia, un tema troncal del sistema
educativo.
Por otra parte, el contexto actual del
diálogo interreligioso es conflictivo. Entre otras razones porque tenemos que
vivir en una sociedad abierta, globalizada y multicultural al mismo tiempo, en
la que están en juego las identidades de los diversos grupos sociales y de las
diversas creencias religiosas. En este caldo de cultivo encuentran el terreno
abonado los grupos fundamentalistas con lo que el diálogo se hace más difícil.
Las civilizaciones decaen sin fondo religioso, y cuando esto ocurre emergen los
radicalismos y fundamentalismos. Como diría Huntington, que cada grupo
religioso o cultural defienda su identidad frente a los demás y asunto
terminado. Es la dialéctica del choque de civilizaciones. En el diálogo
interreligioso, además, nunca se parte de cero sino que hay que contar con el
peso de la historia y las heridas abiertas. Ahí están las guerras del pasado y
las del presente, la intolerancia y hasta las agresiones violentas entre los
creyentes. Aún en nuestros días los medios de comunicación nos informan de
persecuciones sibilinas y de muertes atizadas por motivos religiosos. De ahí,
insistió el ponente, que no sea posible todavía un diálogo interreligioso desde
el irenismo y la ingenuidad. El diálogo no es una estrategia para imponer a los
otros los propios intereses y puntos de vista sin apertura a la verdad. Cuando
esto ocurre el fracaso está servido.
En el diálogo interreligioso hay muchos
factores a tener en cuenta. Por ejemplo, que el hecho religioso es como una
energía que afecta profundamente a toda nuestra personalidad, lo mismo para el
bien que para el mal. De ahí también la sospecha de que la religión, incluidas
las religiones monoteístas, pueda ser considerada como fuente necesaria de
violencia. Las religiones monoteístas corren el riesgo de ser absorbentes y
totalizadoras. Por ello, el diálogo debería ser más intra-religioso que
interreligioso. Más dialogal que ejecutor de reglas previas. El ponente echó en
falta una teología positiva de las religiones y apeló a la autocrítica desde la
relatividad de sus proposiciones sin caer en el relativismo, como si todo valiera lo mismo. El diálogo
interreligioso ha de ser “bilingüe” tratando de escuchar previamente al otro
para llegar a su corazón o mundo de sus sentimientos. Los actores o sujetos de
este diálogo son las instituciones religiosas, por supuesto, pero sobre todo
las personas. El ponente habló de diálogo interreligioso en el plano
intelectual, espiritual y práctico. Esta última modalidad supone o implica amor
al interlocutor del diálogo. Los cristianos en particular debemos tener
presente que cuando escuchamos al otro escuchamos en alguna medida al Espíritu
Santo. La Iglesia es docente, sin duda, pero también discente. Enseña y aprende
al mismo tiempo. Por último, hay que evitar tanto el anticlericalismo como el
culto al laicismo y tratarnos y apreciarnos como personas razonables y
responsables. La irracionalidad hace que el diálogo resulte prácticamente
imposible. El ponente insistió mucho en que urge en nuestros días una buena
educación para el diálogo interreligioso desde la más tierna infancia si bien
las perspectivas de futuro inmediato no son satisfactorias. A pesar de ello,
hay que seguir en la brecha del diálogo sin descanso hasta la eternidad. Esto
significa que el diálogo no termina nunca ya que nos hace caminar hasta las
fronteras del misterio que late, a su
modo, en todas las religiones.
Del diálogo que tuvo lugar en torno a
la ponencia cabe destacar las matizaciones siguientes. Alguien llamó la
atención sobre el riesgo del angelismo en el diálogo interreligioso. Tal
ocurriría si el diálogo se convirtiera en un mero intercambio de opiniones sin
tocar a los dogmas. Hay cosas, dijo el ponente, que en el diálogo
interreligioso no son negociables. Por ejemplo, el terrorismo islámico que se
ha puesto de moda. Frente a los
fundamentalismos asesinos hay que ser duros sin poner en tela de juicio a la
religión como tal. Una cosa es la religión y otra el uso que unos u otros
puedan hacer de ella. No se puede poner a Dios por medio para matar. Por otra
parte, existen también otros fundamentalismos no religiosos o laicos, como el
materialismo marxista o el nazismo. De ahí las cautelas que se han de tomar
para no caer en el irenismo y la ingenuidad en el diálogo interreligioso. No es
tan bonito como puede parecer y se impone el realismo. En todas las religiones
hay dogmas, o sea, unos mínimos intelectuales que no hay que confundir con
determinadas doctrinas eclesiásticas. Los dogmas como principios o presuntas
certezas de base ayudan a llegar al corazón de Dios. Por eso no se intercambian
como las opiniones sino que debemos aprender a hablar de ellos con corrección.
Los dogmas, por tanto, no han de ser aceptados con la mentalidad de eso que se
ha denominado “fe del carbonero”. Para el diálogo interreligioso es
indispensable que cada una de las partes conozca bien los dogmas de sus
interlocutores.
La representante de la comunidad
islámica de Ávila dijo que tenía la impresión de que todas las alusiones que se
venían haciendo al islam eran atacantes como si hubiéramos olvidado que no
fueron los musulmanes quienes mataron a Cristo. Y matizó que había que ir más
lejos. No importa cómo llamar a Dios. Cada religión tiene sus prácticas religiosas
pero el Dios del islam no es distinto del Dios de los judíos y de los
cristianos. Hay que cuidar mucho de no sacar las cosas de su contexto, como
cuando se dice, por ejemplo, que, según el islam, se puede pegar a la mujer y
cosas semejantes. Según ella, el diálogo interreligioso entre las religiones
monoteístas ha de partir del Dios común a las tres religiones desde el amor.
Esto es lo común que hay que primar en lugar de centrar la atención en las
particularidades. El ponente respondió que en principio estaba de acuerdo con
esta propuesta pero sin olvidar que también se dicen cosas distintas de Dios en
las tres religiones monoteístas. La ignorancia es mala consejera por lo que se
ha de evitar lo más posible decir en nombre de la buena voluntad disparates
sobre Dios así como ser complacientes con prácticas religiosas degeneradas o
fuera de toda razón. Alguien interpeló preguntando si la religión no es un
obstáculo para el diálogo intercultural. Por ejemplo, cuando, por motivos
religiosos, se exige al padre que no hable con el profesor de sus hijos, se
impone una manera de vestir a las mujeres y de relacionarse con los hombres y
tantas cosas más. La respuesta del ponente fue breve y tajante. Todos esos
obstáculos no proceden propiamente de la religión islámica. Para la buena
marcha del diálogo interreligioso con el islam hay que separar lo cultural de
lo religioso.
Felicísimo Martínez matizó aún más
sobre este asunto diciendo que el diálogo ha de ser consistente cuando se toma
en cuenta los aspectos que son comunes a las tres religiones monoteístas, pero
siendo conscientes al mismo tiempo de las particularidades y diferencias
existentes. De lo contrario el diálogo podría convertirse en un mero
entretenimiento o forma de pasar el tiempo. No podemos olvidar que, a punto ya
de concluir nuestro histórico encuentro de Ávila, sólo la Iglesia católica se
ha confesado mientras que el judaísmo y el islam han hablado sólo en sentido
triunfal. ¿Hay autocrítica en el interior del islam? Se ha dicho que sí, pero
muy débil y silenciada. Por ello hay que ir más lejos exigiendo que tanto el
judaísmo como el islam se pongan siquiera al mismo nivel de autocrítica de la
Iglesia católica. No hubo dificultad en
aceptar esta propuesta por parte de los ponentes. Sí, hay diferencias
importantes en las tres religiones monoteístas y no hemos de tener miedo a
hablar de ellas. Hay que hablar de esas diferencias incluso asumiendo el riesgo
de no llegar a un acuerdo. Es necesario incrementar la autocrítica en el seno
de las comunidades judías y musulmanas sin olvidar que, por encima de todo, lo
importante es querernos, como se ha puesto en evidencia en la celebración de
este encuentro pionero, celebrado en un lugar tan emblemático históricamente
como la ciudad de Ávila y el monasterio de Santo Tomás. Felicísimo Martínez, en
calidad de Director del Encuentro,
concluyó diciendo que estaba encantado por el mero hecho de haber convertido en
realidad la idea de celebrar este evento protagonizado por pensadores del
cristianismo, judaísmo e islam. Hemos dado un paso adelante, dijo, y es urgente
continuar en esta línea conociendo nuestras homologaciones y nuestras
diferencias mediante el diálogo inteligente y amistoso. La autocrítica en el
seno de las tres religiones monoteístas debe conducirnos al diálogo fraterno y
a la reconciliación.
8. Reflexiones críticas
El análisis que se hizo del hecho
religioso como una realidad personal y social, que no puede ser marginada ni
condenada al ostracismo, me pareció magistral. Eso de que los asuntos
religiosos han de permanecer en la trastera de la intimidad sin manifestaciones
externas es un tópico manido, sobre todo desde la revolución francesa, que no
puede mantenerse activo sin algún tipo de violencia. Explícita o implícitamente
las creencias y los sentimientos religiosos influyen más de lo que algunos
piensan en la vida social y política de nuestro tiempo. De ahí la necesidad de
tenerlos en cuenta en lugar de silenciarlos o reprimirlos. En las ponencias sobre el judaísmo y el islam
pudo apreciarse una tendencia muy
marcada hacia el fideísmo. Tanto en la exposición como en las discusiones se
acentuó el enfoque místico e inocente sin contar con el uso de la razón para la
solución de las cuestiones más fuertes y apasionantes. Sólo se hizo alguna
alusión de paso y en sentido negativo como si la fe fuera un asunto exclusivo
de sentimientos al margen de la razón, con lo cual no estoy en absoluto de
acuerdo. No obstante, insisto, en casi todas la intervenciones de los ponentes
se afirmó y reconoció sin complejos la existencia y presencia de Dios en la
vida humana frente a la indiferencia religiosa y el ateísmo reinante, lo cual
tiene un valor testimonial indiscutible.
Respecto a la intervención de Manuel
Reyes Mate no me resisto a hacer las siguientes matizaciones. Al decir que se
ha impuesto Grecia sobre Jerusalén olvidó el apasionante problema FE/RAZÓN
planteado abiertamente por vez primera por Maimónides, al que siguieron los
teólogos cristianos y los árabes después. Por algo la cultura occidental se ha
definido siempre como judeo-cristiana. El judaísmo ha estado y está presente
entre nosotros más de lo que parece y no sólo en el contexto religioso. En la descripción de las particularidades del
holocausto tengo la impresión de que la comprensible emoción le llevó a
exagerarlas por relación a otros grandes genocidios como los llevados a cabo
por algunos regímenes marxistas de desgraciada memoria y feliz desaparición.
Muchos supervivientes de los tormentos y de las masacres llevadas a cabo por
algunos regímenes comunistas podrían describir su situación con los mismos
rasgos patéticos con los que Reyes Mate describió el holocausto judío. En los
genocidios y brutalidades de los regímenes marxistas más extremos se buscó
igualmente el olvido de cualquier rastro o memoria de los exterminados y
también se hablaba de un antes y un después del exterminio de personas,
pueblos, historia, fronteras y culturas. Por esta razón creo que la pretensión
de monopolizar el dolor humano mediante el holocausto me resulta es emocionalmente
comprensible pero objetiva y razonablemente bastante discutible. No basta decir
emotivamente que el holocausto es una aberración humana imposible de explicar a
la luz de la razón. Por el contrario, yo creo que es perfectamente explicable
el uso perverso de la razón que tiene lugar en cualquier forma de masacre
humana contra cualquier pueblo aunque no sea el judío. Desde el punto de vista
psicológico no es difícil explicar que los seres humanos puedan llegar a
cometer atrocidades de este calibre. Hoy más que nunca cabe espantarnos de la
irracionalidad nazi respecto del pueblo judío desde la genética más autorizada
que descalifica cualquier pretensión racista. Es esta una lección que hemos de
aprender todos, incluidos los judíos fanáticos y excluyentes que todavía
existen.
Por otra parte, tampoco se puede
exagerar el presunto “deber de memoria”.
La memoria es una facultad muy frágil que se pierde de forma natural y es
inútil pretender imponer el recuerdo de ciertos acontecimientos pasados por
importantes que ellos sean. Si ya el recuerdo selectivo y constante de cosas
agradables termina cansando, cabe pensar que mucho más cansará el recuerdo
insistente y forzado de acontecimientos tan deleznables como el holocausto
judío. La psicología humana tiene sus
leyes y cuando no se respetan se produce el efecto contrario de lo que se
pretende. Hay muchas cosas del pasado que más que recordadas merecen ser
olvidadas. El denominado “deber de memoria” respecto del holocausto puede
convertirse en una coacción moral en toda regla, con lo cual el remedio podría
resultar tan malo como la enfermedad. La experiencia enseña que las injusticias
del pasado son como cierta basura, que cuanto más se la revuelve peor huele.
Pienso que la memoria del holocausto sólo es aconsejable si con ella se busca
la reconciliación y la mejor comprensión entre las generaciones futuras. Si,
por el contrario, lo que se pretende es atizar el rencor y el instinto
justiciero de venganza, mejor es que tales injusticias queden sepultadas en el
olvido de los archivos históricos.
Para terminar me parece oportuno
insistir en la necesidad de la autocrítica y libertad de expresión religiosa en
el seno de las religiones monoteístas. En primer lugar la Autocrítica institucional, por analogía con el examen de conciencia
personal. Una institución que tiene miedo a reconocer sus errores para
rectificarlos termina haciéndose sospechosa de falta de seguridad. Como
consecuencia, se suple la falta de razones con el recurso abusivo a la
autoridad de los líderes. El judaísmo y el islam tendrían que revisar su propia
conciencia histórica reconociendo los errores cometidos en el pasado con el
propósito de evitar que se sigan cometiendo en el presente en lugar de educar a
las nuevas generaciones en el resentimiento y la venganza en nombre de Dios o
de la justicia humana. La Iglesia Católica ha dado un paso adelante muy
significativo en este sentido pero en amplios sectores del judaísmo, y más aún
del islam, esta forma de conducta sigue siendo una asignatura pendiente sin que
haya indicios apreciables de cambio a corto ni medio plazo.
Libertad
de expresión religiosa personal. Lo cual significa que los fieles o
seguidores de las tres religiones monoteístas puedan expresar razonable y
respetuosamente sus opiniones personales sobre los asuntos de sus credos respectivos
sin miedo a ser castigados, marginados o perseguidos por las autoridades
religiosas. Todos los que ejercen la autoridad en cualquier orden de la vida
tienen tendencia a pensar que por el mero hecho de poseer la autoridad les
asiste automáticamente la razón. Cosa que desmiente la experiencia más
elemental de la vida, y los líderes espirituales de las tres religiones
monoteístas han caído y siguen cayendo con frecuencia en esta tentación. Para
evitar estos extremos pienso que sería muy saludable que existiera una mayor
comprensión entre los teólogos y el magisterio de los líderes religiosos
respectivos. En este sentido los teólogos y fieles de una confesión religiosa
deberían aprender también a reconocer al magisterio de sus autoridades la misma
libertad de expresión crítica que ellos se conceden a sí mismos para criticar
al magisterio institucional. Es deseable y necesaria una mayor tolerancia mutua
por amabas partes.
Libertad
religiosa inter-confesional. Ninguna confesión monoteísta debería prohibir
a sus fieles buscar en otras confesiones religiosas la verdad sobre Dios y el
sentido de la vida siguiendo los dictámenes de su conciencia. Y menos aún
castigar o perseguir a los que se "convierten" a una u otra confesión
monoteísta. Pocas cosas parecen razonablemente tan inaceptables como invocar el
nombre de Dios para castigar o maltratar a alguien por obedecer honradamente a
los dictados de su conciencia en la búsqueda de Dios de una forma libre y
responsable. Cabe pensar razonablemente que la Sinagoga, la Iglesia y la
Mezquita tienen la grave obligación de dar ejemplo público de libertad, respeto
mutuo y paz social en nombre del único Dios que proclaman, en lugar de atizar
el rencor, la intolerancia y hasta el odio entre sus seguidores dejando a Dios
en el peor lugar. Las autoridades religiosas, insisto, deben reconocer el
derecho natural de sus fieles a emigrar de una confesión a otra bajo su
exclusiva responsabilidad en la búsqueda de la verdad sobre Dios y el sentido
de la vida. Por último, la pérdida de la fe y las “conversiones” de una
confesión monoteísta a otra jamás deberían ser tratadas como delitos punibles
sino como expresiones legítimas de libertad responsable.
Los
promotores principales de esta nueva mentalidad deben ser los propios líderes
religiosos. Lo cual supone un gran esfuerzo por su parte para dar mejores
ejemplos a sus seguidores en lugar de reforzar la incomprensión y la
intolerancia irracional a través de los siglos invocando caprichosamente el
nombre de Dios. La gran dificultad sobre esta cuestión estriba en que
sicológicamente, como he dicho antes, los que ostentan la autoridad tienen la
inclinación a creer que por el mero hecho de tener la autoridad tienen
automáticamente la razón en todas sus apreciaciones y decisiones. Los líderes
religiosos más honestos y razonables, sin embargo, no reprimen la legítima
libertad de conciencia y de expresión pública de sus fieles sino que la
promueven. La cuestión es cómo convencerlos de que dicha promoción de la
libertad de conciencia tiene más ventajas que la represión.
Entre esas ventajas personales y
sociales cabe destacar: 1) La pérdida del miedo a Dios y al compromiso libre y
responsable con la fe en un Dios personal comprometido con la felicidad humana.
El ateísmo reinante tiene mucho que ver con la mala imagen heredada del
judaísmo, cristianismo e islam. Muchos tienen la impresión de que la fe
religiosa en estas religiones es presentada como una forma más de opresión por
parte de sus líderes religiosos. 2) La creación de un contexto social y
cultural más favorable para el respeto a la vida humana, la paz y la solución
de las injusticias en el mundo actual. En los ambientes donde hay libertad de
expresión sin miedo a ser castigados, marginados o perseguidos, es muy
frecuente oír decir que las tres grandes religiones monoteístas son en buena
parte responsables históricas de la intolerancia, de la incomprensión y de las
guerras que han asolado al mundo occidental. Esta afirmación es excesiva e injusta.
Pero no cabe duda de que la causa de los derechos humanos estaría mejor servida
si los creyentes en el Dios único y personal diéramos mayor ejemplo de respeto
entre nosotros mismos. 3) La creación de un ambiente más favorable para el
perdón como método para resolver conflictos personales y sociales. Esto
contribuiría más eficazmente a mejorar la mala imagen de las tres religiones
monoteístas en el mundo contemporáneo. Creo sinceramente que el gesto de Juan
Pablo II en nombre de los cristianos, protagonizado el 12 de marzo del año
2000, podía ser un buen punto de referencia de cara al futuro diálogo inter-confesional
con vistas a potenciar la esperanza de felicidad prometida a todos los que con
buen corazón buscan al Dios de Abraham y Moisés, de Mohammad y de Jesús de
Nazaret. Y como consecuencia, a la esperanza de felicidad de la entera
humanidad.
El
encuentro de Ávila en julio del 2007 fue un éxito por el mero hecho de que
algunos líderes religiosos importantes de las tres religiones monoteístas
aceptaron hablar a corazón abierto de sus convicciones religiosas sin complejos
ante una sociedad indiferente y a veces hostil a los valores religiosos que
dignifican la vida humana. Fue un éxito también por la forma amistosa, cordial
y entrañable en que se desarrollaron las ponencias y las discusiones a que
dieron lugar. Al final todos nos sentíamos felices de habernos encontrado y
expresarnos mutuamente los mejores de nuestros sentimientos. En Ávila no se
trataron las cuestiones más duras y conflictivas que han enfrentado en el
pasado a las tres religiones monoteístas. Pero quedó abierta la posibilidad de
que, estimulados por la experiencia feliz de este encuentro, esas cuestiones
pudieran ser abordadas en encuentros sucesivos.
9.
Noticias esperanzadoras
Poco después del encuentro en Ávila, en
octubre del mismo año 2007, se difundió la grata noticia de una Carta de 29
páginas enviada por 138 sabios islámicos al Papa Benedicto XVI, al Arzobispo de
Canterbury y otros líderes religiosos. Uno de los cuatro signatarios
británicos, el profesor Aref Ali Nayed, dijo que fueron necesarios “casi tres
años para lograr ese consenso sin precedentes". La elaboración del escrito
fue organizada por el Instituto Aal al-Bayt para el Pensamiento Islámico con
sede en Aman. En declaraciones a Radio Vaticano, el cardenal Tauran dijo que se
trataba de un documento nuevo muy interesante firmado por musulmanes chiíes y
suníes, y que podía ser considerado como un signo de esperanza. Las tres
grandes convicciones contenidas en la carta son que Dios es único, que nos ama,
que nosotros debemos amarle y que Dios nos llama a amar al prójimo.
Sobre esta base compartida con los
cristianos los 138 sabios musulmanes expresaron su convicción de que, habida
cuenta de la presencia cristiana y musulmana en el mundo actual, la paz y el
bienestar de la humanidad depende en gran parte del buen entendimiento entre
musulmanes y cristianos. Es interesante constatar la coincidencia de puntos de
vista entre el encuentro de Túnez en mayo de 2007, protagonizado por la
Universidad de Túnez, nuestro encuentro de Ávila y el enfoque de esta Carta
dirigida al Papa y otros líderes religiosos. Estos y otros acontecimientos de
la misma naturaleza se sucedieron en diversas partes del mundo lo que supuso un
balón de aire puro para seguir trabajando con ilusión en la línea de libertad
de expresión responsable adoptada en Ávila sin renunciar a la objetividad y el
realismo de la vida.
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